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Bruselas.— Representantes de más de 170 países se reúnen del 6 al 18 de noviembre en Sharm el-Sheij, Egipto, con el objetivo de seguir trabajando en la arquitectura global que evite que el calentamiento del planeta llegue a un punto en el que proliferen las catástrofes meteorológicas, se disparen los éxodos migratorios y estallen conflictos geopolíticos de magnitud incalculable.
Las conversaciones serán igual de ríspidas que las precedentes, desde Lima y Marrakech hasta Glasgow y Katowice, aunque en esta ocasión serán bajo la sombra de la guerra en Ucrania, la escalada inflacionaria, la escasez alimentaria y el encarecimiento de los precios de los energéticos.
Estos fenómenos de gran impacto, sumados a la crisis provocada por la pandemia de coronavirus, podrían servir de excusa para eludir responsabilidades de adaptación al cambio climático, algunas de ellas económicamente gravosas al implicar medidas de protección y reubicación, como elevar la altura de los diques o desplazar fábricas, puertos y comunidades lejos de las zonas costeras bajas y las llanuras aluviales.
“El aumento global actual de los precios de la energía no ayuda a las negociaciones, pero instamos a los delegados a dejar de lado sus propias agendas políticas nacionales y acudir a la cumbre con objetivos colectivos más amplios en mente”, dice a EL UNIVERSAL Clare Shakya, directora del grupo de investigación sobre cambio climático del IIED.
“En términos generales, el aumento de los precios de la energía no tiene por qué significar una reapertura de las minas de carbón, por el contrario, ofrece a los países la oportunidad de alejarse de los combustibles fósiles e invertir en energías renovables”.
Los expertos ya han comenzado a encender las alertas señalando a los países que están entrando en una espiral regresiva. Algunos de ellos, los menos adelantados, están tan endeudados que no pueden acceder al financiamiento necesario que les permita llevar a cabo sus planes para hacer frente al cambio climático.
Otros eluden responsabilidades por cuestiones políticas, como el caso de México, en donde el “progreso en las políticas de cambio climático se ha estancado, e incluso ha retrocedido, porque el gobierno actual, encabezado por el presidente [Andrés Manuel] López Obrador prioriza la inversión en sector estatal de combustibles fósiles y desmantela políticas de apoyo a renovables”, señala un informe del Departamento de Políticas Económicas y Científicas del Parlamento Europeo.
Igualmente preocupa Brasil, gobernado por el populista Jair Bolsonaro. La investigación solicitada por el Comité de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria de la Eurocámara sostiene que “no ha implementado medidas y políticas internas sólidas que respalden sus contribuciones determinadas a nivel nacional [NDC, por sus siglas en inglés]. En general, la NDC actualizada de Brasil, sus acciones y políticas no están en línea con los objetivos del Acuerdo de París”.
La red de ONG Systema de Estimativa de Emissones de Gases de Efeito Estufa denuncia que las emisiones de efecto invernadero aumentaron 9.5% en 2020 y alcanzaron su nivel más elevado desde 2009. “La nota positiva es que algunos de los planes sobre las contribuciones determinadas a nivel nacional han mejorado, pero al mismo tiempo vemos que algunos gobiernos potencialmente están apartándose de sus compromisos”, dice a este diario Sven Harmeling, responsable de la unidad encargada de dar seguimiento al proceso político en Naciones Unidas en el Climate Change Information Center, organización especializada con sede en La Haya, Holanda: “Vemos tendencias diversas, en algunas zonas hay gran expansión de las fuentes renovables (...) en otras hay un retorno al carbón. Pero, definitivamente, lamentablemente la acción no es a la escala que requerimos”.
La cita en el balneario egipcio será de enorme simbolismo, a tres décadas de la Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro, en la que los líderes mundiales dieron origen a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático; marcará la cuenta regresiva para 2023, cuando serán examinadas las promesas realizadas por los países para reducir los efectos del cambio climático conforme al Acuerdo de País.
“Las conversaciones en Glasgow celebradas el año pasado lograron algunos avances, pero los grandes desastres en curso, como las devastadoras inundaciones en Paquistán y las temperaturas extremas en muchas partes del mundo, recuerdan que se necesita hacer más. Necesitamos compromisos más firmes para una acción más fuerte de los países ricos y con altas emisiones”, indica Shakya. Precisa que en términos de mitigación y reducción de emisiones de carbono aún queda mucho por hacer. Un informe multiinstitucional de septiembre de la Organización Meteorológica Mundial muestra que las medidas y compromisos actuales de mitigación son insuficientes, calcula que de seguir el camino el calentamiento global a lo largo del siglo XXI será de 2.8%, por encima del tope fijado en País de 2 grados y del ideal de 1.5 grados. “Es probable que todavía estemos en camino de un calentamiento global que se acerque 3 centígrados por encima de los niveles preindustriales, lo que sería absolutamente devastador para el planeta”, advierte Shakya.
El orden del día provisional de la COP27 incluye una serie de tareas dirigidas a superar retos pendientes, como la movilización de recursos financieros en favor del clima y destinados a los países en desarrollo. Las naciones deben ponerse de acuerdo con nuevos y más ambiciosos objetivos a partir de 2025. Los países ricos siguen estando por debajo de su compromiso anual de 100 mil millones de dólares a partir de 2020. En 2019, el sector público y privado movilizó 79 mil millones para los países desarrollados, de los cuales 50 mil millones fueron para mitigación y 20 mil millones para adaptación. Asia fue el principal receptor, con 43%, seguido de Africa, 26% y las Américas 17%.
Los otros dos platillos fuertes son las medidas de aplicación y la creación de capacidades y mecanismos para afrontar las pérdidas y los daños relacionados con el clima. El debate sobre pérdidas y daños es uno de los grandes pendientes de la COP 26, tras fracasar la iniciativa de los países en desarrollo de establecer un mecanismo independiente de los programas de ayuda humanitaria y desarrollo. Encontrar una solución resulta complicado porque las naciones de bajos ingresos y vulnerables al clima buscan compensación por los daños causados por eventos climáticos extremos; las naciones industrializadas no son favorables de crear un fondo que implique responsabilidades financieras.
El debate también se complica por intereses nacionales. La vulnerabilidad al calentamiento del planeta difiere entre las regiones. Son especialmente vulnerables las zonas del Ártico, África Central, Oriental y Occidental, Asia Meridional, Centroamérica y los pequeños estados insulares.
“El que la COP27 tenga lugar en África es además una oportunidad para poner atención en los impactos que está teniendo el cambio climático en esa región, ofrecer soluciones y brindar mayor apoyo a los países más vulnerables”, indica Harmeling. Fenómenos climáticos más extremos siguen recordando los efectos del cambio climático y los peligros que se avecinan por la falta de acción ante actividades humanas responsables de la emisión de gases de efecto invernadero, como el consumo de combustibles fósiles, la deforestación, la agricultura y ganadería, fuentes importantes de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso.
“Sabemos que es una tarea difícil por las actuales crisis globales, pero estamos convencidos de que sólo podremos hacer frente a estas crisis si tomamos acciones más rápidas y con mayor determinación. De lo contrario los impactos y los daños serán cada vez peores y las economías se verán más afectadas. En este sentido, wsta COP debe adoptar decisiones y enviar señales claras”.
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