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La lucha dentro del PAN por la candidatura presidencial arrecia, y está contaminando otros aspectos de la vida pública. El nombramiento de Ernesto Cordero como presidente de la Mesa Directiva del Senado con el respaldo de los priístas (y el disgusto de muchos panistas), y el apoyo de varios senadores calderonistas para que el procurador Raúl Cervantes se quede como fiscal de la República, sugiere un acuerdo político entre Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto; la Mesa Directiva a Cordero y, por qué no, el golpeteo político a Ricardo Anaya a cambio de la impunidad de Peña Nieto con un fiscal a modo (que recuerda a Virgilio Andrade en la investigación de la “Casa Blanca” desde la Secretaría de la Función Pública, o la investigación sobre el Socavón donde la SCT fue juez y parte). De alguna forma, las exigencias de Margarita Zavala a Anaya para garantizar un “piso parejo”, se podrían interpretar como una amenaza velada de que, de no aceptar tales condiciones, vendrían medidas más duras para descarrilarlo de la candidatura. Y como Anaya no hizo mucho caso, vino el golpeteo por parte del gobierno (en concordancia con los Calderón). Jaló demasiado la cuerda con tal de alcanzar la apetecida candidatura. No está claro si Anaya podrá auto-nombrarse como abanderado a través del control que tiene sobre los órganos directivos del PAN, o si el golpeteo lo hará a un lado y finalmente el matrimonio Calderón se saldrá con la suya.
De ser ése el caso, Margarita cargará con la sombra de su esposo pero también con el hecho de que, con tal de derrotar a Anaya, decidieron él y Felipe (¿o sólo Calderón?) sacrificar el Sistema Nacional Anticorrupción, el mejor diseño institucional que se ha intentado para ese propósito. Es que se requieren dos condiciones en el fiscal para que el sistema pueda funcionar: su competencia profesional y su genuina autonomía. Lo primero lo tiene Cervantes (aunque muchos cuestionan su desempeño en la PGR), pero lo segundo evidentemente no. A Peña Nieto le urge hacer lo que los gobernadores corruptos de su partido hicieron: nombrar un fiscal a modo antes de dejar el poder. Los gobernadores fracasaron en ello, pero todo indica que Peña no lo hará. Ha aprovechado magníficamente la pugna interna del PAN para mandar a los calderonistas como un caballo de Troya contra el blanquiazul y a favor de su propia impunidad. De ahí que el Sistema Nacional Anticorrupción quedará desvirtuado antes de nacer, por lo que habría que rebautizarlo como Sistema Nacional Pro-impunidad.
Pero sea que la estrategia del matrimonio Calderón tenga éxito en coronar a Margarita, o no, lo más probable es una fuerte división dentro del PAN, que en tal caso se traducirá probablemente en el desplazamiento de ese partido por el PRI en el segundo sitio en las encuestas, haciéndolo el competidor real de López Obrador. El PRI está jugando magníficamente sus fichas para sustituir al PAN por el segundo sitio, aprovechando la animosidad entre los panistas. Esto podría beneficiar a AMLO en su discurso —pues podrá hablar de esta nueva prueba de que el PRI y el PAN van de la mano—, pero le convendría más competir contra el PAN que contra el PRI. Y es que, de ir el PAN en segundo lugar, no habría votos útiles panistas a favor de nadie y, en cambio, muchos priístas (si su candidato se queda en el tercer sitio) podrían hacer lo que mayoritariamente hicieron en 2006; emitir un voto útil a favor de AMLO. En cambio, de desplomarse el PAN al tercer sitio, buena parte de sus votantes podrían votar por el PRI (sobre todo si su candidato es José Antonio Meade) y los votos priístas se quedarían con su candidato en lugar de emigrar a Morena. Pero AMLO no puede incidir decisivamente en la contienda panista para que no se dividan, como sí lo está haciendo exitosamente Peña Nieto. Eso lo beneficiará a él personalmente (al garantizar su impunidad) al tiempo de impulsar a su partido, pues podría reubicarlo en segundo sitio a costa del PAN. Carambola política, y con ayuda de los calderonistas.
Profesor del CIDE.
@JACrespo1