A finales del año pasado, Latinobarómetro difundió su Informe 2024, destacando el repunte de cuatro puntos porcentuales de apoyo a la democracia con el título de Democracia resiliente, con una perspectiva más optimista en la región, pero con grandes contrastes al hacer la comparación entre países. Destaca que los profundamente autoritarios y que más bien son dictaduras, como Venezuela y Nicaragua, siguen aspirando a ser reconocidos como democracias, a pesar del profundo rechazo de la mayoría de la población y de haber cancelado cualquier posibilidad de elecciones libres y genuinas.

A pesar del tono más optimista, no deja de reconocer que “se identifican más claramente los países cuyas democracias tienen importantes debilidades”. El organismo comenzó a hacer estos estudios comparativos en 1995 y a lo largo de casi 30 años se han registrados avances y retrocesos en la materia. Sin embargo, hace hincapié en que una consolidación democrática no se logrará sin un desmantelamiento más permanente de las desigualdades y de los autoritarismos.

Se sigue destacando a Latinoamérica como la región donde hay más desigualdad en el mundo, a pesar de avances relativos en la pobreza y, por ende, en la marcada propensión en algunos países a aceptar restricciones en libertades y derechos, si ello permite resolver problemas económicos y sociales.

No pretendo hacer un resumen o reseña del documento, que está disponible en sino más bien poner énfasis en algunos resultados sobre México, que nos permite comprender lo sucedido en 2024, cuando el oficialismo arrasó en las elecciones y ha implementado modificaciones constitucionales que implican un cambio de régimen que pone en riesgo el estado de derecho.

Sobre el balance democrático en 2024, se destaca: “El caso de México no debe conducir a engaño: carece de demócratas insatisfechos porque tiene pocos demócratas; su satisfacción es superior al apoyo a la democracia.” Puesto en números, esto se debe a que 49% apoya la democracia, pero 50% está satisfecho con ella.

El resultado anterior, no es tan extraño si consideramos que hay tendencias favorables al autoritarismo bastante marcadas. Por ejemplo, a 57% no le importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas; incluso, 38% considera que está bien que el presidente pase por encima de las leyes, el parlamento y/o las instituciones con el objeto de resolver los problemas; sin embargo, sólo un 31% estaría de acuerdo con la abolición de las elecciones y el parlamento y que los expertos se hagan cargo, esto es, todavía el respaldo popular para la toma de decisiones sigue siendo relevante en México, y tiene que ser refrendada en las urnas, aunque sea un ejercicio controlado por el gobierno.

A pesar de que acabamos de pasar por un proceso electoral, 40% considera que la democracia puede funcionar sin partidos políticos, 36% sin Congreso y 36% sin oposición, por lo que resultan preocupantes las actitudes no democráticas de un sector amplio de la población en México.

Un 47% reconoce que se gobierna para el bien de todo el pueblo, sólo por debajo de El Salvador (62%), aunque 39% dice que la distribución de la riqueza es justa, de nueva cuenta, superado por El Salvador (47%). Los programas sociales y la política salarial han tenido un efecto favorable en la percepción de la población en México.

Un 76% considera que es el gobierno quien tiene el poder en México, sólo superado por Venezuela (82%) e incluso superando a El Salvador (72%). En contraste, 39% opina que son las grandes empresas quienes tienen más poder. Los porcentajes para los demás actores son bastante menores: partidos políticos (40%), Congreso (30%), militares (23%), medios de comunicación (18%), sindicatos (15%), los ciudadanos (31%) -siendo el porcentaje más elevado de América Latina- y las redes sociales (17%).

La confianza interpersonal es muy baja en la región (15%). “Por esta razón, en América Latina las redes de familia, amigos y compañeros de trabajo predominan como fuente, y el clientelismo y la corrupción se basan en esas relaciones más cerradas, que se forman por la falta de confianza societal.” Destaca México como el país con el porcentaje más elevado (24%), pero lejos de los países nórdicos (60%-70%).

Respecto a la confianza en las instituciones en México, destacan el presidente (67%), la electoral (56%), el gobierno (52%), las fuerzas armadas (52%), la iglesia (51%), luego en el siguiente escalón estarían el poder judicial (35%), el Congreso (32%), los partidos políticos (30%) y la policía (28%). También la confianza en otras instituciones es baja: radio (34%), redes sociales (33%), televisión (32%), prensa escrita (32%) y sindicatos (22%).

La aprobación del gobierno mexicano es de 75%, sólo menor a El Salvador (87%) y Panamá (80%) y superando a República Dominicana (68%). El organismo resalta el efecto de los comicios porque fueron los países que tuvieron elecciones el año pasado, aunque ello es más válido en el caso de Panamá y de México cuyos niveles eran 22% y 58% en 2023.

De los 17 países que se comparan, México es clasificado por sus ciudadanos como más de izquierda con 4.4 y El Salvador más de derecha con 6.8 en el otro extremo, donde 0 es completamente de izquierda y 10 de derecha. Esto corresponde con que México es el país donde el mayor porcentaje se ubica a la izquierda (31%) y El Salvador con el menor (8%).

Naciones en los que su población se considera de derecha como República Dominicana (49%) y El Salvador (45%) sus gobiernos son de ese signo; en contraste, otros con autoidentificación de derecha como Venezuela (49%) y Honduras (45%) tienen gobiernos de izquierda, por lo que no extraña que su respaldo popular sea reducido.

A pesar de la baja confianza en los partidos políticos en México, 51% reconoció que tiene cercanía con un partido y 73% que en su intención de voto lo hace por un partido político, siendo el porcentaje más elevado de la región. Aunque 62% está de acuerdo en que el voto puede cambiar el futuro, 39% cree que las elecciones son limpias y 34% se siente políticamente representado en el Congreso, en este caso por debajo de República Dominicana (41%) y Uruguay (35%).

Por cuestiones de espacio, sólo me referiré al tipo de violencia que se percibe en México. El primer lugar lo ocupa el crimen organizado (44%) siendo el porcentaje más elevado en la región, seguido de la violencia en las calles (42%) y en un preocupante tercer lugar, la violencia intrafamiliar con mujeres (28%); en contraste 11% reconoce violencia en las redes sociales, el más bajo de los 17 países, y 15% la violencia verbal empatado con Guatemala como el más bajo.

En conclusión, no comparto el optimismo de Latinobarómetro respecto a las perspectivas democráticas de la región, cuando las autocracias se han instalado con o sin dificultad, y el líder mejor evaluado en América Latina por segundo año consecutivo fue Nayib Bukele con nota de 7.7 (7.3 en 2023), y que llega a 9.1 en Honduras, y muchos menos ahora con las amenazas intervencionistas de Trump.

El riesgo de que la ciudadanía frustrada por la velocidad de los avances, o los estancamientos, esté dispuesta a cualquier cosa, es decir pasar por encima de las leyes y la democracia con tal de solucionar los problemas, es mucho mayor de lo que consideran.

Adenda

1. La fuerte caída del empleo formal en diciembre de México no fue sólo por razones estacionales. La desaceleración viene más fuerte de lo que se pensaba. Atención con los indicadores de enero.

2. La próxima renuncia como primer ministro de Justin Trudeau podría afectar la renegociación del T-MEC, porque fortalece la postura a favor de un acuerdo bilateral de Estados Unidos con Canadá impulsada por el partido conservador y algunos liberales.

3. Hoy temprano saldrá la inflación al consumidor y al productor de diciembre. Veamos cómo reaccionan los mercados.

*Catedrático de la EST-IPN y de la Universidad de la Libertad

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