¿Qué mueve la indignación social de un país? ¿Por qué ciertos casos o temas cobran mayor relevancia mediática que desencadenan una mayor reacción social mientras otros pasan desapercibidos? Estos días no he dejado de hacerme estas preguntas. La indignación social que detonó el que se publicara en la mañanera la información de cuánto gana el periodista Loret de Mola tendría que haberse dado mucho antes. En este país no sólo los periodistas están en riesgo, sino que parece que las vidas humanas no tienen valor alguno. De forma gradual nos hemos ido acostumbrando a horrores cada vez mayores. Que utilicen el cuerpo de un bebé para un ritual en un centro penitenciario sin que haya consecuencias. Que violen y asesinen a mujeres y niñas sin que pase nada. Que asesinen a niños, adolescentes y hombres sin que haya consecuencias. Que una persona pueda desaparecer por meses y años sin que pase nada. ¿En qué momento llegamos a esto?

Pero más importante aún, cómo logramos colocar el foco de atención en estos otros temas. En estos días la conversación ha girado en torno a las continuas ilegalidades del presidente, a los posibles casos de corrupción de su hijo, y un poco sobre el tema de la violencia que enfrentan sistemáticamente los periodistas, pero el foco de la indignación parece estar en la defensa o crítica del ejecutivo. Escucho cada vez más la frase de tocar fondo para describir lo que pasó, sin embargo, esto solo aplica para un caso y no para la realidad del país. Quisiera poder decir que ya tocamos fondo, pero cada día una nueva tragedia inunda las noticias, mientras tantos otros casos permanecen sin figurar en ningún medio.

Hace una semana me tocó comentar el documental Niña Sola. Este documental retrata el caso de Arcelia Verduzco y del feminicidio de su hija Cintia. En la presentación, el director del documental, Javier Ávila, contó cómo la motivación de hacer esta película vino de una nota sobre la cantidad de feminicidios que habían ocurrido en un mes en Tijuana y cómo escogió el caso de Cintia después de escuchar la indignación de su madre porque nadie había prestado atención al asesinato de su hija, ni las autoridades ni los medios. En la misma presentación, al preguntarle a Arcelia qué podíamos hacer respecto a su caso, ella me contestó que quería que mucha gente viera el documental para que quizás en algún momento la familia y el propio feminicida de su hija cobraran consciencia de lo que habían hecho al arrebatarle la vida a una joven inocente.

Estas son historias que tendríamos que estar contando también, pero nos hemos acostumbrado de tal forma a estas violencias que ahora parecen cotidianas e inevitables y seguimos perdiendo el foco de atención. En lugar de indignarnos porque un presidente llore en público, deberíamos preguntarnos por qué ese mismo funcionario y todos nosotros no nos indignamos ante el terror que día a día ocurre en este país.

Muchas veces me han preguntado si hay algo que hacer respecto a los niveles de inseguridad, violencia e impunidad que prevalecen en el país. Siempre contesto que sí. Lo hago porque lo creo y porque me parece importante no caer en un fatalismo que nos paralice. Pero esto no lo haremos si permanecemos inermes ante las tragedias que ocurren día con día y nos dejamos llevar por las cortinas de humo que diariamente se posicionan como tendencia social en las mañaneras. Quisiera decir que ya tocamos fondo en el país respecto a la indignación por la violencia, pero no veo que eso pase. Si queremos hacerlo tenemos que afrontar la situación a la que hemos llegado y dejar de buscar la solución y causa de la descomposición del tejido social en un solo hombre.

Directora ejecutiva de Impunidad Cero.
@itelloarista

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