“Me mato para no matar a nadie”, escribió el joven filósofo  Otto Weininger antes de suicidarse. En cambio, Rousseau, con tal de no llegar a esos extremos, se dedicó a escribir El contrato social cuya lectura comprendo del siguiente modo: “Mátense ustedes para poder vivir yo en paz. Maten a la bestia que los domina la mayor parte del tiempo, conversen, den vida a un pacto social, respétenlo y esfúmense para que así pueda yo continuar con mi vida tranquilamente”. Después de los asesinatos al azar cometidos en Reynosa, Tamaulipas, por animales reacios o refractarios a la teoría, nos percatamos, una vez más, de que Rousseau fracasó al considerar el concepto humanidad. Esas alimañas son susceptibles a ser exterminadas, ya que la educación no es algo que les competa (aquí Dewey y su legado pragmatista fallan también).

Cambio de dirección: un fantasma recorre los pasillos de la imaginación social: ¿Qué es la clase media? Expresándolo de una manera burda y sin entrar en honduras diría que la clase media es el horizonte hacia el cual deberían tender tanto los pobres como los ricos. Pero la noción de un justo medio que se opone a la diferencia económica cruel, abismal y disparatada, resulta ser abstracta e indefinible. No se trata sólo de números y estadísticas. Aquella persona que posee, por ejemplo, varias casas y propiedades, ¿debe considerarse rica y moralmente injusta al lado de quien se ve obligado a trabajar diariamente catorce o más horas para pagar la renta de un cuarto o un departamento? Hay quien no cuenta con dinero para viajar ni al pueblo más cercano. Sé de personas que no conocen el mar; su supuesta libertad es una cárcel. En cambio, otros viajan varias veces al año y poseen residencias en diversos países del mundo. ¿Ellos son clase media? ¿Dónde se encuentra la medianía? ¿Qué legislación la propone? “Lo he ganado con mi esfuerzo y nadie tiene derecho a reprobar mis bienes.” “Mi familia trabajó muy duro para heredarme su fortuna.” “Lo merezco a causa de mis estudios, conocimiento y trabajo”, son frases que se escuchan a menudo a manera de alegato o justificación. “En cuanto los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres la clase media se fortalecerá y las rencillas sociales disminuirán”. Supongamos que se está de acuerdo con esta última aserción, pero la pregunta continúa intacta: ¿Qué significa la clase media en la actualidad? Las respuestas provenientes de la sociología, la economía, la historia, el periodismo crítico, etcétera, nos sepultarán bajo un alud de teorías, pero es posible que una pregunta así se halle ligada íntimamente a una moral, a un sentimiento de injusticia, de despojo, o a un relato dramático que cada quien describe y vive a su manera. Una joven se siente desgraciada porque sufre el tormento del transporte público en las horas más socorridas del día y comienza a tejer un sentimiento de rencor contra otra joven dueña de un automóvil contaminante, pero que no requiere utilizar el metro para llegar a su destino. Dentro de esa misma sociedad un vetusto líder sindical o una celebridad se compungen porque su compadre tiene más aviones y casas que ellos, es más poderoso y sus millones sobrepasan por miles el de su humilde cuenta bancaria de apenas cientos de millones de pesos. ¿Dónde se halla el equilibrio en el seno de estos enloquecidos escenarios?

Cambio de dirección: La izquierda exquisita alienta la paradoja; que defiendan un liberalismo limitado o la social democracia es comprensible, pero su buena voluntad se torna caricatura cuando se envuelven en el lábaro del socialismo extremista y no se hallan dispuestos a hacer concesiones en lo relativo a su excéntrica bonanza. Cultivan, diría Karl Kraus “el estereotipo disfrazado de ética.” Me ha complacido que una funcionaria, guerrillera de escritorio haya sido apartada del gobierno mexicano hace unos días, pues su riqueza era ofensiva para la mayoría de la población. Otra vez el laberinto de la moral. No podemos conocer a fondo lo que no somos. La clase media es un misterio y una utopía: ¿Cómo puede definirse ante extremos de tal naturaleza? Imposible crear equilibrio entre quien vive al día y quien acumula millones de dólares. Hasta que la muerte los reúna.

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