La mayoría de la información sobre la reciente gira del Presidente por cinco estados del sureste, para dar el banderazo de salida a las obras del Tren Maya, se caracterizó por una fuerte carga ideológica y política, soslayando un tema crucial para la seguridad nacional: la integridad del primer mandatario. Es imperativo razonar desde un punto de vista neutral y clarificar si fue o no una decisión medida en función del riesgo contra el beneficio.
No hay que ser un experto en seguridad para imaginarnos todo lo que involucra la protección de un jefe de Estado y la cantidad de amenazas (no solo de origen humano, sino también de origen natural) a las que está expuesto por todo lo que representa como dirigente de una nación. No hay que perder de vista el profundo y grave impacto que México sufriría (les simpatice o no López Obrador) en caso de que algún amago, agresión o accidente se materializara.
Expondré unos cuantos factores que pueden resultar relevantes para minimizar los riesgos: protección física de su persona, cuidado de su salud, respuesta médica de emergencia, personal de protección, armamento, alimentación, descanso apropiado, logística y seguridad en traslados, manejo de staff (tanto visitantes como locales), hospedaje en inmuebles ajenos, preparación y resguardo de vehículos blindados y seguridad en sus comunicaciones, entre otros tantos.
Ahora sumémosle factores exógenos como el clima y los fenómenos meteorológicos, así como componentes territoriales de carácter social, político y del crimen organizado, esparcidos por una ruta terrestre que atraviesa varios estados. Recordemos (como si fuera necesario) la pandemia que no cede y se encuentra en su máximo riesgo de contagio. Y por último, el Presidente tiene una edad y condiciones previas de salud que incrementan su vulnerabilidad ante el virus.
El sureste del país sufre importantes afectaciones por la tormenta tropical Cristóbal. Ahora imaginemos los traslados en carretera en tales condiciones. ¿Acaso nadie revisa el pronóstico del tiempo antes de un viaje como este? ¿no puede haber ajustes en la agenda? ¿tal vez cancelar alguna de las escalas?
Visualicemos una caravana de ocho camionetas nuevas blindadas (cada una pesa cinco toneladas incluyendo pasajeros y equipaje), que resaltan como carbones sobre la nieve, recorriendo miles de kilómetros bajo un clima que provoca fuertes vientos, inundaciones súbitas, desbordamiento de ríos y arroyos, deslizamientos de tierra y caídas de árboles. Agreguemos las peripecias comunes en el camino como baches, piedras, topes, animales pastando, accidentes automovilísticos, fallas mecánicas y cientos de vehículos con los que se cruzarán en el camino.
Este convoy debe tener rutas claramente establecidas con plazos y trayectos predeterminados, lo que significa que alguien podría planear con toda anticipación una intercepción en tiempo y espacio específicos ¿por qué ceder una prerrogativa de semejante magnitud a un atacante potencial? ¿Dónde está la secrecía necesaria?
Cabe preguntarnos: si estuviera en nuestras manos decidirlo, ¿permitiríamos a nuestro esposo, hija, socio, hermano, jefa, o director de la organización, que se embarcara en una gira como esta para dar banderazos de carácter simbólico? No se trata de criticar a un político por hacer política, pero es seriamente cuestionable la negligencia exhibida por su círculo más cercano porque, al parecer, no se da cuenta del peligro potencial que está corriendo su jefe de forma gratuita, aunque él no lo vea así.
Un rebaño de cabras pastando, un árbol caído, una inundación súbita o un perro callejero buscando refugio de la lluvia (y no es broma), pueden terminar descarrilando este sexenio. Y todo por la necedad de un solo hombre y la sumisión de su equipo.
Especialista en seguridad corporativa.