En la película “La caída de la Casa Blanca” (Olympus has fallen, 2013), el guion cuenta el asalto a la mansión presidencial de los Estados Unidos por parte de un comando terrorista de Corea del Norte. La historia nos muestra como docenas de atacantes armados hasta los dientes logran subyugar las defensas del icónico edificio hasta que este cae y el presidente es tomado como rehén. La cinta es predecible de inicio a fin, pero cumple con su propósito de entretenimiento palomero para el fin de semana.

Las escenas que presenciamos el pasado 6 de enero, en donde Donald Trump incitó a sus seguidores a que marcharan hacia el Capitolio en un fútil esfuerzo por evitar la certificación de la victoria de Joe Biden, me hicieron recordar el filme anteriormente mencionado. La gran diferencia fue que los agresores no eran malévolos individuos de un país antagonista, sino ciudadanos norteamericanos purasangre siguiendo el llamado a “recuperar su país” (lo que sea que eso signifique) por parte de su líder. Es de llamar la atención que dentro de la turba no había personas de piel oscura, todas las imágenes muestran gente blanca.

La toma de la sede del poder legislativo fue un acto atropellado, propiciado mayormente por una motivación de origen pasional y el fenómeno de desindividuación que experimentan las personas en un evento masivo cuando son influidas por un liderazgo negativo. Sin embargo, artefactos explosivos de manufactura casera fueron descubiertos a pocas cuadras de las sedes de los comités nacionales republicano y demócrata. Así mismo, fue detectada una pickup sospechosa con placas de Alabama, la cual, al ser revisada, contenía once bombas molotov y un rifle de calibre militar, el conductor fue arrestado. Estos ya no son actos improvisados, son claras muestras de violencia instrumental y conducta predatoria.

Esta mezcla deja ver claramente el crecimiento y la radicalización de grupos nacionales extremistas violentos, mismos que el FBI advierte como un peligro latente, denominándolos “la amenaza terrorista número uno para 2021”. En los Estados Unidos, el terrorismo doméstico es una realidad.

Todo esto viene a colación ya que pasado mañana será la toma de posesión de Joe Biden como el presidente No.46 de los Estados Unidos, y desde hace días, todas las agencias de seguridad de nuestro vecino del norte están en alerta máxima en previsión de ataques que se puedan presentar para perturbar (más que para evitar) el evento conocido como la inauguración presidencial.

Decenas de miles de elementos de la policía y guardia nacional, al igual que personal de instalaciones estratégicas (electricidad, gas, agua, transportación, etc.) trabajan 24 horas al día con el objetivo único de brindar la necesaria transición pacífica del poder a una nación que ha sido dirigida estos últimos cuatro años por un sujeto abiertamente megalómano, sociópata, misógino, mentiroso y antidemocrático que nunca entendió que la presidencia del país más poderoso no era un reality show.

Una de las múltiples consecuencias de estos lamentables hechos, será profundizar, aún más, la división entre bandos contrarios en donde ambos - ciegamente - creen tener la razón, sin importar que las evidencias prueben, o no, lo contrario. Tristemente, este tema no fenecerá con la partida del (ya casi) expresidente.

Trump no tiene planes de marcharse discretamente con cierto decoro, ya no digamos tantita vergüenza, ni de desaparecer de la escena política de su país. Seguramente su misión de vida será recordarles a sus millones de fanáticos que la derrota puede ser un llamado a las armas y al uso de la fuerza para “recuperar el país que han perdido para hacerlo grande nuevamente” …repito, lo que sea que eso signifique.

Postdata – Disto de ser partidario de la censura en cualquiera de sus expresiones, pero la arenga diseminada por parte de Trump antes del asalto contribuyó al saldo mortal de cuatro manifestantes y un policía. Si el derecho de libre expresión (a sabiendas que está lleno de mentiras y falsos dichos) para unos, costó o tiene el potencial de costarle la vida a otros…creo que el debate acerca de la supuesta censura, verdaderamente, no debería ser tan complejo.

Consultor en seguridad y manejo de crisis.
Twitter: @CarlosSeoaneN 

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