Hace algunos años, fui contratado para llevar a cabo una investigación por una empresa que se dedicaba a la fabricación de válvulas industriales de acero.

La directiva estaba de cabeza al haber descubierto, por casualidad más que por causalidad, que su contador había realizado una transferencia no autorizada (o sea, se robó ese dinero) por poco más de un millón de pesos.

Previo al inicio de lo que sería una larga serie de entrevistas, le expliqué a mi cliente que esta no era la primera vez que su contador les había robado. Que, para atreverse a mover tal cantidad, seguramente ya había desarrollado y probado pacientemente un sistema, paso a paso, durante varios meses, sustrayendo recursos en múltiples ocasiones en el pasado.

Y en efecto, la investigación descubrió que las primeras transferencias fueron por algunas decenas de miles de pesos. Al paso del tiempo, observamos movimientos que ya rebasaban los seis cifras: 100 mil a 200 mil pesos.

Y eventualmente, la avaricia y la codicia despertaron el apetito del contador, quien, varios meses después, empezó a mover cantidades que rozaban el medio millón. Y así, eventualmente, hasta rebasar el millón.

Mi cliente contrató a una firma especializada en contabilidad forense para llevar a cabo una auditoría y así poder determinar el tamaño del descalabro. El monto final nunca me lo compartieron (asumo que les dio vergüenza), pero sin lugar a duda, fue una cantidad millonaria.

Esta historia sirve como introducción para hablar del reciente descubrimiento de la afamada mini refinería clandestina que operaba desde hace años en Coatzacoalcos, Veracruz, transformando crudo robado en diésel, gasolina y solventes, entre otras cosas.

Amable lector(a), tome usted los primeros párrafos de esta columna y, en vez de transferencias monetarias, aplique el mismo concepto, pero con barriles de crudo robados y con barriles de producto terminado siendo vendidos en un mercado ilegal.

Al igual que el contador de aquella empresa, quienes orquestaron la operación de esta mini refinería empezaron con pasos pequeños, tanteando los límites del sistema. Nada escandaloso, nada que activara las alarmas. Pero con el tiempo, la operación creció. Los primeros tambos se convirtieron en pipas, las pipas en remolques cisterna, y los remolques cisterna en millones de litros que se almacenan peligrosamente al aire libre en distintas localidades. La audacia y la impunidad suelen avanzar en paralelo.

El descubrimiento de esta instalación ilegal no debe verse como un hecho aislado. Al contrario: es la confirmación de que existe una cadena industrial paralela —perfectamente articulada— que permite robar, refinar, almacenar, transportar y vender combustible a gran escala. No hablamos ya de bidones vendidos al margen de la carretera. Hablamos de una red que involucra no solo a criminales, sino a funcionarios, empresarios y operadores logísticos.

Como en el caso del contador, este “modelo” fue perfeccionado con el tiempo. Lo más preocupante no es la existencia de la mini refinería per se. Lo verdaderamente alarmante es que haya funcionado durante años sin ser detectada (o sin que nadie quisiera detectarla). Porque, para que un engranaje así opere, alguien tuvo que hacerse buey. O peor aún: hacerse socio.

Hoy sabemos que esta refinería funcionaba bajo la fachada de una empresa autorizada para tratar residuos peligrosos. Sabemos que estaba cerca de un complejo petroquímico. Y sabemos que nadie fue detenido tras el cateo.

¿Cuántas más existen en México? ¿Cuántas operan ahora mismo, repitiendo el mismo patrón de escalamiento criminal?

Los grandes robos no inician con millones, sino con pesitos. Y cuando esos pesitos no se persiguen, terminan financiando hasta campañas políticas.

Es urgente que se empiece a mapear, desarticular y exponer la verdadera red logística y financiera detrás de este delito. El problema no es rastrearlo, sino querer hacerlo, porque esta red llega —y protege— desde muy arriba.

Porque, si no se hace la auditoría completa, nunca sabremos realmente cuánto nos han robado. Y más importante aún: quiénes lo han permitido.

POSTDATA – Y hablando de Huachicol… este es un imperdible reportaje que habla cómo el combustible estadounidense de contrabando financia a los cárteles mexicanos. 

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