Es ampliamente sabido, entre Tirios y Troyanos, que el pasado sexenio se convirtió en el más violento de nuestra historia moderna, acumulando una cifra devastadora de cerca de 200,000 homicidios dolosos. Este número representa un aumento del 66% respecto a la administración de Felipe Calderón y del 28% en comparación con la de Enrique Peña Nieto.
A pesar de este panorama, el anterior gobierno federal presumió en numerosas ocasiones una “contención” de la violencia, presentando gráficas de barras que mostraban una modesta reducción año tras año a partir de 2020.
Entre 2020 y 2023, los homicidios dolosos mostraron una reducción anual sostenida, pasando de 36,773 a 31,062 muertes por año en ese trienio. Esta tendencia fue presentada como un gran logro, pero resulta alarmante que, nadie en tiempo presente, haya señalado un hecho evidente: esa modesta tendencia a la baja se ha revertido en 2024.
De acuerdo con datos de la consultora TResearch, entre enero y septiembre del presente año (perteneciente a la administración pasada) se registraron 28,692 homicidios. Si sumamos a esa cifra los 5,307 asesinatos acontecidos durante la presidencia de Sheinbaum (hasta el viernes pasado), la suma es de 33,999 homicidios.
Con poco más de tres semanas aún por transcurrir en el año, y basándonos en las tasas actuales, estimo que alrededor de 1,900 muertes violentas más se sumarán hasta diciembre 31. Esto colocaría la cifra final en torno a los 35,900 homicidios dolosos, un incremento del 15% respecto al año anterior.
¡Adiós a la contención! Y ahora empieza la escalada ya vista en 2008 y 2015. Este retroceso es alarmante y, francamente, no hay otra forma de describirlo más que como un golpe brutal a cualquier esfuerzo por contener la violencia en el país.
El sexenio 2018-2024 marcó una oportunidad histórica para rediseñar la estrategia de seguridad pública en México. Sin embargo, lejos de cumplir con la promesa de pacificar al país y guiados por múltiples prejuicios y rancios paradigmas, la pasada administración profundizó los errores del pasado, consolidando un modelo absoluto y plenipotenciario de militarización ineficaz.
Adicionalmente, se desmanteló al 100% a la Policía Federal, se debilitó a las policías municipales al recortarles presupuesto y se creó una Guardia Nacional que, al menos al día de hoy, no ha tenido impacto alguno en la reducción del crimen.
La conclusión sería que hoy tenemos un país más violento y fragmentado. Al analizar la pasada gestión presidencial, resulta sumamente preocupante el contraste entre el discurso oficial y los resultados reales, lo que invita a una profunda y muy seria reflexión sobre el rumbo que debe tomar México en esta materia.
Claudia Sheinbaum recibió un país más violento del que recibió su mentor en diciembre de 2018 y no tengo la menor duda que lo sabe. El crimen organizado se ha fortalecido y expandido y lo seguirá haciendo hasta que se le ponga un alto.
Los criminales son como el cáncer que se reproduce velozmente e invade y coloniza nuevas estructuras del cuerpo hasta destruirlas. En este caso, el avance criminal del control territorial y la construcción de cogobiernos paralelos a los ya establecidos a fuerza de imponer sangre y fuego, solo seguirán debilitando nuestra frágil institucionalidad, mientras que la ciudadanía difícilmente podrá evitar las brutales consecuencias.
Repito, no tengo dudas de que la presidenta Sheinbaum está consciente de la magnitud del problema. Por eso ha iniciado múltiples acciones y cambios. Pero es lamentable que no pueda admitir abiertamente la gravedad de la situación sin bañar en lodo a su antecesor.
POSTDATA – La organización civil México Evalúa acaba de publicar un documento titulado “(In)seguridad pública en México, 2018-2024.Un balance de la gestión”. De esto escribiré el próximo lunes.
Consultor en seguridad y manejo de crisis
@CarlosSeoaneN
