"¿No sería mejor crear, obrar sobre una realidad que no se entrega al que la contempla, sino al que es capaz de sumergirse en ella?"
Estas palabras de Octavio Paz tienen una relevancia notable para la política económica de México en la actualidad. Pocas economías se encuentran tan bien posicionadas como México para atraer Inversiones Extranjeras Directas (IED) resultantes de los cambios en las redes de producción globales. Como socio estratégico del 'nearshoring' de las empresas estadounidenses o puente entre las compañías chinas y el mercado estadounidense, México tiene el potencial de convertirse en un nodo global clave en la nueva economía mundial.
México ya ha comenzado a beneficiarse de los cambios en el panorama económico global, con incrementos en inversiones, exportaciones y crecimiento. Sin embargo, para aprovechar al máximo esta coyuntura, el país debe evitar convertirse en un mero receptor pasivo de inversión extranjera.
México debe elevar sus metas y utilizar esta oportunidad para construir una base industrial competitiva y diversificada, capaz de sustituir importaciones y competir en sectores clave y avanzados de la economía global. Tal desarrollo es crucial para asegurar un crecimiento sostenido en el nivel de vida de los mexicanos y cerrar las brechas regionales internas.
La experiencia de China ofrece un modelo valioso. El país se ha transformado en un centro manufacturero mundial no sólo recibiendo IED, sino integrándolas en una estrategia de industrialización más amplia basada en joint-ventures y transferencias de tecnología.
De la misma manera, México no puede depender pasivamente de sus acuerdos de libre comercio. Su nuevo gobierno deberá asumir un papel proactivo en la coordinación de inversiones complementarias (así como en políticas de investigación y desarrollo, formación profesional, desarrollo de infraestructuras, etc.) para impulsar una transformación estructural de su economía, en línea con las prioridades de desarrollo y medioambientales del país.
En particular, abogamos por el desarrollo de lo que llamamos una política industrial 360°. Este enfoque no solo debe ofrecer un marco integral para enfrentar desafíos como la elevación de la productividad, la resiliencia climática y las desigualdades regionales y de ingresos, sino que también debe buscar sinergias entre con actores globales que puedan servir a la ambición de México de convertirse en un nodo estratégico del comercio mundial contemporáneo.
Un Enfoque Global en una Constelación Geopolítica Favorable
"Metztlixcictlico" puede ser el lugar en el centro de la luna, pero bajo la administración de Claudia Sheinbaum, el país tiene la posibilidad de convertirse en un centro de la economía mundial.
Históricamente, México ha enfocado su atención en el Norte y, sin duda, debe seguir explorando las oportunidades que ofrece su relación con Estados Unidos. Sin embargo, también debería mirar hacia el Sur y aprovechar las oportunidades para desarrollar cadenas de suministro integradas en América Latina.
En gran medida, la política económica del gobierno de AMLO ha pasado por alto a América Latina, a pesar de sus valiosas reservas de minerales críticos, su dinámico y amplio mercado para tecnologías bajas en carbono, y sus excelentes condiciones para la producción de energía renovable a bajo costo, que es un activo clave para la descarbonización de la manufactura y los servicios.
Sin embargo, una mayor cooperación e integración con América Latina podría tener efectos muy positivos para México. En particular, podría fomentar el crecimiento de empresas mexicanas en sectores claves al conectarlas con proveedores competitivos y ampliar la demanda de sus productos. Al mismo tiempo, podría atraer inversiones necesarias al sur de México, que ha quedado en gran medida excluido de las oportunidades de nearshoring.
Al mirar hacia el oeste (o “este”), México también debe reconocer las importantes oportunidades que brinda el liderazgo tecnológico de China en las industrias de bajas emisiones de carbono. Sobre todo, el país está en condiciones de aprovechar estratégicamente la rivalidad entre Estados Unidos y China en su propio beneficio, condicionando, por ejemplo, las inversiones de estas potencias a transferencias de tecnología de bajas emisiones de carbono o la inversión extranjera directa en actividades de mayor valor añadido.
En el folclore malayo, esta forma de equilibrar fuerzas poderosas se conoce como la estrategia del ratón-ciervo, que simboliza cómo una criatura pequeña puede beneficiarse astutamente de otras más grandes. Sin embargo, México no es un jugador pequeño. Este es el momento del Águila Dorada para destacar en la escena mundial, no sólo como actor, sino como líder en la configuración del futuro de la producción industrial en el siglo XXI.
Adoptando una política industrial 360º, holística y visionaria, México no sólo navegará por las corrientes del cambio, sino que dirigirá el barco rumbo a un futuro próspero y sostenible.
Centro para el Desarrollo, la Tecnología y la Administración de la Universidad de Oxford