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San José.- Ningún mexicano visualiza una fotografía en público del presidente de México, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, sentado a una mesa con los expresidentes centroderechistas Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto para proclamar el fin de la guerra política verbal para denigrar al adversario y el inicio de un acuerdo de convivencia esencial sin renunciar a los principios ideológicos.
Los uruguayos dejaron de soñarla… porque ya la lograron.
La opción de fotografiar al presidente y expresidentes de cualquier país de América reunidos públicamente en torno a una mesa para anunciar pactos mínimos básicos y delinear una competencia sin insultos, en tolerancia y civilidad y sin romper con sus ideologías es hoy imposible… excepto en Uruguay.
¿Aceptaría el expresidente ultraderechista brasileño Jair Bolsonaro al menos reunirse con el presidente de Brasil, el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, a firmar en ceremonia pública un arreglo político que sepulte agravios y descalificaciones entre rivales? No.
Otro no ante anhelos semejantes habría en los sistemas presidencialistas de Costa Rica, Argentina, Chile, Perú, El Salvador, Honduras, Guatemala, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Panamá o República Dominicana y en los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua.
¿Pueden los estadounidenses imaginar un encuentro público similar y con decisiones políticas en idéntica sintonía del presidente de Estados Unidos, el demócrata Joe Biden, con su predecesor, el republicano Donald Trump, al que acudan los exgobernantes demócratas Barack Obama, Bill Clinton y Jimmy Carter y el republicano George W. Bush? No.
Trump rechazó acudir el 20 de enero de 2021 al traspaso de poder a Biden en Washington. Bolsonaro tampoco fue el primero de enero de 2023 a la entrega de la presidencia a Lula.
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"Nunca Más": Uruguay, ejemplo de convivencia política en Latinoamérica
Pero la nota diferente surgió esta semana en Uruguay como una lección continental.
Uruguay rememoró el martes anterior una sacudida: el 50 aniversario—27 de junio de 1973—del golpe de Estado que dirigió el entonces presidente constitucional uruguayo, Juan María Bordaberry, e implantó una dictadura militar que violó los derechos humanos y gobernó hasta 1985 con saldo de muerte y terror.
Uruguay retornó el primero de marzo de 1985 a la democracia en una demanda nacional de repudio a la dictadura: Nunca Más.
Con esa consigna, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, reunió el martes a los expresidentes uruguayos —el centroizquierdista Julio María Sanguinetti, el centroderechista Luis Alberto Lacalle Herrera y el izquierdista José Mujica— en cuatro sillas y una mesa, en una histórica cita ante la población, para anunciarle al país y al mundo que Nunca Más.
Sin mesianismos autoritarios ni utopías revolucionarias, un “compromiso cívico” debe buscar que “este Nunca Más (…) tenga un profundo contenido”, pidió Sanguinetti (1985—1990 y 1995—2000).
“Nunca Más descalificar al otro porque piensa distinto y Nunca Más pensar que es una mala persona por votar por otro partido o candidato”, solicitó Lacalle Herrera (1990—1995).
“Cuidemos la convivencia que es la manera de cuidar la democracia”, sugirió Mujica (2010—2015).
Al clamor de los tres, el presidente (2020—2025) sumó: “Para que el Nunca Más sea cierto, tiene que haber para siempre democracia”.
“El mensaje” del “gesto de unidad de los expresidentes de Uruguay (…) es que la mejor herramienta para enfrentar los problemas de cualquier sociedad sigue siendo la democracia”, afirmó el abogado paraguayo Óscar Ayala Amarilla, exsecretario ejecutivo de la (no estatal) Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (CODEHUPY).
“Pero entendiendo que para que (la democracia) deje de ser solo un concepto y sea una oportunidad para el bien común, requiere de algo esencial: una convivencia basada en el respeto, que tenga como objetivo legítimo en todo momento la puesta en valor y protección de la dignidad humana”, dijo Ayala a EL UNIVERSAL.
“Uruguay es un faro civilizatorio digno de admirar e imitar. Un faro cuya luz tal vez no se pueda apreciar muy claramente en la región, no solo porque es un país pequeño sino, sobre todo, debido a los nubarrones de autoritarismo que emergen cada vez con más fuerza en la región”, advirtió, al destacar que los uruguayos “son ejemplo en muchos sentidos”.
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Los afanes autoritarios “invitan a crecientes sectores de las sociedades en diferentes países a adherirse a proyectos políticos anti—históricos, con falsas recetas y con un muchas veces inimaginable potencial de daño a la dignidad humana misma”, agregó.
Para el analista brasileño Leonardo Coutinho, presidente de Inbrain Consultants, consultora privada de Washington, los actos por el 50 aniversario del golpe militar en Uruguay “han enseñado que la búsqueda de la pacificación del país y la protección de la democracia pasa por algo mucho más sofisticado y noble que la constante búsqueda por venganza”.
“Bajo el mote Nunca Más, los cuatro (…), a pesar de las diferencias ideológicas, hablaron sobre elementos aparentemente elementares, pero que parecen fueron olvidados no solamente en América Latina, en los días de hoy”, recordó Coutinho a este diario.
La declaración conjunta de los cuatro “es un ejemplo singular América Latina”, alegó.
“Da envidia sana ver (en Uruguay) como tres expresidentes pueden sentarse con el presidente a conversar con tranquilidad y respeto, viniendo de diferentes partidos e historias”, admitió el analista y mayor nicaragüense en retiro, Roberto Samcam, en el exilio en Costa Rica por la represión en Nicaragua.
“Hablar del Nunca Mas desde el sentido histórico de lo que pasó hace 50 años, pero viendo hacia adelante, con el compromiso de preservar y cuidar la democracia, como forma de entendimiento político de la sociedad, es un ejemplo que debe trascender a todas las sociedades del continente”, aseguró Samcam a este periódico.
Son sociedades, lamentó, “acostumbradas al descalificativo, a ver no a adversarios sino a enemigos, a vivir permanentemente viendo hacia atrás”.
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mcc