Washington.— El gabinete define bien lo que el presidente electo de planea para su segunda administración: disrupción, agresividad y show.

Millonarios, controvertidos e inexpertos... Trump se ha rodeado para su gobierno, que arranca el 20 de enero, de sus “leales”. La experiencia es lo de menos, lo que importa es su capacidad para cumplir, sin cuestionar todos y cada uno de los deseos del mandatario. Los actores de esta narrativa son una amalgama de conservadurismo extremo, empresarios con los bolsillos llenos, figuras televisivas y polémicas.

Tanto, que de entre ellos la designación de Marco Rubio como secretario de Estado luce como la más prudente. Hijo de inmigrantes cubanos, este exrival político de Trump tendrá la tarea de liderar la política exterior. Es quizá la apuesta más segura del futuro mandatario, porque goza de buena reputación entre republicanos y demócratas.

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Rubio tiene además algo que a Trump le gusta mucho: es un halcón que apuntará a algunos de los blancos favoritos del republicano: China, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y Nicaragua; alguien que aboga por un Estados Unidos más seguro y que representa el rostro hispano que sí le gusta a los conservadores que impulsaron al magnate de regreso a la presidencia.

Del otro lado, el integrante más polémico del gabinete es Pete Hegseth, nominado a secretario de Defensa, y en cuya comparecencia quedó claro que no tendrá fácil la aprobación del Senado. Que sea un excomentarista de Fox News y veterano del Ejército con nula experiencia para el cargo es lo de menos. Las acusaciones que enfrenta por agresión y acoso sexual, abuso de alcohol, malos manejos financieros, comentarios racistas y sexistas sobre las mujeres en la milicia, entre otras, lo convirtieron en blanco de los disparos de senadores que de plano lo llamaron “no calificado”.

A decir de expertos, con la designación de Hegseth, Trump medirá su fuerza en el Senado; sabrá si, y qué tanto, los legisladores están dispuestos a enfrentarlo, y muestra— fiel a su estilo— quién es el que manda.

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Igualmente controvertido es Elon Musk, quien encabezará el Departamento de Eficiencia Gubernamental, junto al empresario Vivek Ramaswamy. Aunque no es una figura del gabinete, la influencia de Musk sobre Donald ha generado inquietud. Los medios lo califican ya como “el poder detrás de Trump”.

Que sea dueño de la red social X, en la que no ha tenido reparo en sembrar desinformación con tal de apoyar al republicano, es una prueba de lo importante y riesgoso que es Musk en esta nueva era Trump.

Con su selección de gabinete, el futuro presidente deja en claro que la lealtad paga. Para muestra, la designación de Kristi Noem, la exgobernadora de Dakota del Sur, como secretaria de Seguridad Nacional. Con ella, se asegura de que su política antiinmigrante, que prioriza la seguridad fronteriza y el “EU Primero”, será defendida a muerte.

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Noem no tiene experiencia en el cargo, su fama no se deriva de su trayectoria como gobernadora, sino de confesar que mató a su perro porque no pudo entrenarlo. Pero su fidelidad a Trump es a prueba de balas.

Pam Bondi, nueva fiscal general, recibe con este nombramiento el premio a su labor como abogada de Trump, que lo defendió en una de las múltiples causas en su contra. El presidente promete que con ella vendrá “la restauración del orden y la justicia” en un sistema que considera quebrantado. Pero sus detractores temen que convierta la fiscalía general en un órgano de justicia a las órdenes exclusivas del mandatario.

Robert F. Kennedy Jr., el miembro “indeseable” del clan Kennedy, ve premiada su apuesta por Trump con el nombramiento para liderar el Departamento de Salud y Servicios Humanos. Poco le importaron a Trump las posturas polémicas de Kennedy Jr. sobre las vacunas, de las que ha dicho, sin pruebas, que causan autismo. Después de todo, Trump no tuvo reparo en recomendar la hidroxicloroquina contra el Covid-19.

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A Tulsi Gabbard, la excongresista demócrata convertida en trumpista, conocida por su cercanía con el régimen sirio de Bashar al-Assad, o por difundir teorías rusas de la conspiración, Trump le encargó la Dirección de Inteligencia Nacional. Sus posturas han hecho arquear más de una ceja en un Senado que teme con quién trabajará realmente la reservista del Ejército.

No podían faltar en la lista los millonarios, como el nominado a secretario de Comercio, Howard Lutnick, CEO de Cantor Fitzgerald; el secretario del Interior, Doug Burgum, o el secretario del Tesoro, Scott Bessent, CEO del fondo de riesgo Key Square Group. De acuerdo con la ONG Public Citizen, el plato está servido para potenciales conflictos de interés.

La lista no estaría completa sin Ronald Johnson, el halcón exboina verde al que Trump envió a El Salvador y ahora quiere como embajador en México para priorizar su agenda de seguridad y contra la migración.

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