Mientras el gobierno de analiza la estrategia frente a Venezuela, el presidente canta canciones de John Lennon y baila en eventos públicos, mientras insiste en que “no nos podrán sacar jamás” del país.

¿Cómo ha podido Maduro resistir la presión nacional e internacional para dejar el poder? La clave está en la lealtad del ejército.

Tras las elecciones de 2024, donde la oposición mostró las actas que mostraban que el ganador fue Edmundo González Urrutia, la líder opositora María Corina Machado lanzó un llamado al ejército para que se pusiera “del lado del pueblo”. La respuesta vino de Vladimir Padrino López, jefe del ejército bolivariano: La lealtad es con Maduro.

¿Por qué el ejército es leal a Maduro? Interés y miedo, son las razones principales. El gobierno de Hugo Chávez, y luego el de Maduro, otorgaron al ejército el poder y le dieron libertad total para enriquecerse, a cambio de mantenerse leales. Y la deslealtad se cobra caro y el precio se exhibe públicamente, para que todos sepan lo que les espera si se atreven a traicionar al mandatario.

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El ejército no sólo apoya al gobierno, sino que es el gobierno: el número dos del régimen, Diosdado Cabello, es un antiguo teniente. El general Padrino es el eterno ministro de Defensa. El ministro de Transporte es el general Ramón Celestino Velázquez Araguayán; Exteriores, Comercio, Energía eléctrica… las carteras de gobierno están, casi todas, en manos militares.

No sólo eso: controlan las principales fuentes económicas del poder: el general Gustavo González López, exjefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), y quien figura en listas de sancionados internacionales por violación de derechos humanos, es el presidente de la estatal Petróleos de Venezuela; al frente de la empresa estatal de telecomunicaciones CANTV está Iván Rafael Hernández Dala, egresado de la Academia Militar del Ejército Bolivariano. De acuerdo con un informe de 2021 de la ONG Transparencia Venezuela (rama venezolana de Transparency International) de 925 empresas estatales creadas desde el inicio de la Revolución Bolivariana del presidente Chávez, 103 tenían personal militar en equipos directivos.

“Y 22 pertenecen a la FANB [Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas], lo que ha permitido a los oficiales que las dirigen enriquecerse”, dijo a Le Monde Sebastiana Barraez, periodista venezolana especializada en temas de seguridad.

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Andrés Izarra, antiguo alto cargo del gobierno de Chávez y ministro del gobierno de Maduro, quien rompió con el gobierno y se exilió, explicó al The New York Times que Maduro “es un operador político compulsivo. Juega según las duras reglas de la política callejera, de la política sindical corrupta, reglas que son similares a las de la mafia”.

Eso significa que no ha dudado en entregar la economía del país a los generales, de las minas al petróleo. Al mantener a Maduro en el poder, el ejército no cuida los intereses del mandatario, sino los suyos. Y son conscientes de que cambiar de régimen no sólo significará perder privilegios, sino la prisión.

Por otro lado, Maduro castiga la deslealtad con la pena máxima. Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, de Colombia, señaló a Associated Press que la prisión y la tortura pueden formar parte del castigo, que suele ser más severo para quienes son acusados de delitos y tienen afiliación militar. Esta estrategia ha sido crucial para que Maduro mantenga el control del ejército, al que permite traficar drogas, petróleo, fauna silvestre y una gran variedad de bienes a cambio de cuarteles a prueba de golpes.

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“Ha sido una herramienta muy efectiva porque el chavismo siempre ha podido prescindir de aquellos actores que en algún momento tratan de levantarse, y a todos los actores [les] ha podido sacar dinámicas de corrupción”, agregó Rodríguez.

Uno de los casos más sonados fue el del capitán Rafael Acosta Arévalo, quien tras ser señalado de traición, fue secuestrado y torturado, en 2019. Murió el día de su comparecencia en el tribunal. “Siempre que existe la más mínima sospecha de que un soldado ya no apoya la revolución, es detenido y acusado de traición a la patria o de incitación a la rebelión, sin ninguna prueba”, dijo a Le Monde Sebastiana Barraez, periodista venezolana especializada en seguridad. Las familias de los militares son amenazadas y, para cerrar el círculo, Maduro cuenta con los servicios de inteligencia cubanos, que entre otras cosas se encargan de espiar a los militares venezolanos, pendientes de cualquier atisbo de rebelión.

A la compra de lealtad y el miedo se suma la desconfianza hacia EU. David Smilde, profesor de la Universidad de Tulane, quien ha estudiado a Venezuela durante más de tres décadas, explicó a la AP que sólo quienes no comprenden el chavismo pensarán que una demostración de fuerza provocará un cambio de gobierno. “Este es exactamente el tipo de cosas que los une”, dijo sobre el despliegue de las fuerzas militares estadounidenses en el Caribe. “También hablan de la recompensa de 50 millones de dólares, pero, ¿qué militar en su sano juicio confiaría en el gobierno estadounidense? Y, en términos más generales, si toda la premisa de la operación es que las fuerzas armadas venezolanas son un cártel de la droga, ¿qué motivación podrían tener para volverse contra Maduro y participar en un cambio de régimen?”.

Aun así, de acuerdo con un artículo del Times, Maduro vive con miedo. Citando a fuentes informadas, señala que el presidente cambia con frecuencia de lugar para dormir y de teléfonos móviles, ante la posibilidad de un ataque de precisión o de incursión de las fuerzas especiales de EU. Mantiene a su lado a guardaespaldas cubanos como parte de su seguridad personal e incorporó a más oficiales de contrainteligencia cubanos al ejército venezolano para evitar una traición.

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