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San José. – La prueba científica es contundente: una bolsa de plástico se fabrica en un minuto, pero su vida útil es de un máximo de 30 minutos y su degradación durará 400 años.
Como reflejo de las evidencias medidas con minutos y siglos, la realidad mundial es que en los océanos están depositados más de 150 millones de toneladas de residuos plásticos, como botellas, bolsas, absorbentes, envases, tuberías y un largo etcétera, en una contaminación de la salud animal y humana y la calidad del aire, los suelos, los ríos y las aguas, que bloquea vías fluviales y alcantarillados y aumenta el riesgo de desastres.
“Necesitamos mares sanos y productivos para las futuras generaciones y para combatir los efectos del cambio climático”, dijo Haydeé Rodríguez, viceministra costarricense de Aguas y Mares. La meta es “evitar” que las botellas de plástico desechable “lleguen al mar”, subrayó.
Para tratar de mitigar su impacto, México, Estados Unidos, Colombia, Perú y Guatemala crearon impuestos al plástico.
Un informe difundido este mes por la (estatal) Universidad de Costa Rica y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) concluyó que un impuesto similar en esta nación tendría efecto positivo en la manufactura de papel, metal, cemento, cal y yeso, y negativo en las industrias inmobiliaria, de construcción, minas y canteras.
Si la ley es aprobada, las personas más ricas pagarían más tributos por plástico que las más pobres, determinó.
En menos de 19 años del siglo XXI, ya en el mundo se produjo más plástico que en el siglo XX y que más de 80% de esos materiales terminan acumulándose en entornos genuinos en los que la naturaleza tardará cientos y miles de años en degradarlos, recordó el estudio.
El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés) reconoció que América Latina y el Caribe despliegan “importantes esfuerzos para estimular una nueva economía del plástico”, con prohibiciones de bolsas y otros artículos de ese material desechable o nuevas leyes sobre gestión de residuos.
Convertido en un contenedor gigante de basura, el mar Caribe es el segundo más contaminado por plástico del mundo después del mar Mediterráneo, ya que más de 8 millones de toneladas de plástico llegan cada año a las aguas caribeñas, aseguró UNEP, al describir que la cifra equivale a verter un camión de basura de ese material cada minuto.
Chile, a partir del 3 de febrero pasado, y Panamá, desde el 20 de julio anterior y en forma progresiva, prohibieron a los comercios entregar bolsas plásticas a sus clientes.
En vísperas de la llegada del papa Francisco en enero pasado a Panamá, la mexicana Marie Wall, de 25 años y del Movimiento Católico por el Clima, previno una catástrofe de basura y de contaminación y organizó una red de dispensadores de agua potable en la capital panameña, para que millones de peregrinos se surtieran del preciado líquido sin provocar un caos con los desechos.
La maniobra impidió que, en misas, vigilias y caravanas y por calor y cansancio, más de diez y medio millones de botellas de plástico quedaran acumuladas como desechos sólidos y, tarde o temprano, fluyeran al Océano Pacífico, en la bahía de la ciudad panameña.
En otro ejemplo a inicios de este mes, una campaña en una multitudinaria romería de centenares de miles de costarricenses a la Basílica de Nuestra Señora de Los Ángeles, en el centro de Costa Rica, evitó que más de 38 mil botellas de plástico fueran desechadas y llegaran a contaminar los océanos Pacífico y Atlántico.
Los romeros recargaron agua en sus envases en dos puestos y eludieron la obligación de sumar a las 40 mil toneladas de plásticos que son arrojadas cada año a entornos naturales costarricenses.
Los seres humanos “deben reflexionar sobre sus hábitos de consumo de plásticos de un solo uso”, aseveró Katherine Arroyo, gerenta de Incidencia Política de MarViva, organización ambientalista no estatal de Costa Rica. El objetivo, insistió, es “incidir en la disminución de la contaminación marina”.