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Torreón.— Albergues para migrantes en Torreón y Saltillo reportan un ligero aumento de centroamericanos, la mayoría son personas que se dispersaron de la caravana.
Yian Alejandro García, de 23 años, cuenta que salió con la caravana desde Honduras, pero decidió acelerar el paso en la Ciudad de México. “Quería avanzarle. La gente venía ahí estabilizando, todos se venían quedando, uno quisiera pegarle más”. Oriundo de Talanga, lleva más de 20 días que se separó del contingente y quiere llegar a la Unión Americana para trabajar en lo que pueda y mandarle dinero a su mamá.
Yian asegura que está resignado a que no puede regresar a Honduras porque de lo contrario, dice, lo matarían. “De gusto no salí”, dice. Considera que esa razón puede ser suficiente para que le den asilo en Estados Unidos. Primero, relata, intentará por esa vía entrar a aquel país, y si no, lo hará como migrante.
Narra que con la caravana se vivió mucho desorden y que así como hay gente que los apoya, también existen quienes los quisieran lastimar.
Yian llegó a Torreón, viajó en tren desde la Ciudad de México y pronto partió. Al sur de la metrópoli, sobre las vías del ferrocarril, pedía dinero a los automovilistas que pasaban.
“Me voy pa’ Piedras Negras porque dicen que están poniendo bus, pa’ allá voy”, dice. En su viaje en tren se quedó en varios pueblitos. En Cañitas, una señora le dio alojamiento y se quedó una semana. En otros lados durmió en las iglesias. “Lo más difícil es pasar hambre, frío, sucio”, añade.
Es la primera vez que huye de su país. En el camino, se enteró de que su hermano Francisco también migró. “No lo he encontrado, por eso me he venido estableciendo en unos pueblos”. Cuando se le pregunta qué espera, de llegar a Estados Unidos, responde: “Lo que Dios me ponga en el transcurso, chambear”.
Osvaldo Valenzuela, administrador del Centro de Día Jesús Torres, precisó que normalmente en octubre, la afluencia de migrantes baja, pero este año ha sido diferente.