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Cuando era pequeño Guillermo del Toro se asustaba fácilmente y la película de Disney sobre Pinocho le dio miedo, recuerda.
Era la segunda cinta que el pequeño Guillermo veía con su madre y, aunque los unió mucho a él, también lo hizo pensar sobre el lado oscuro de la niñez.
“Me asustó porque dije: ‘Mira, así de aterradora es la infancia’”, cuenta Del Toro.
Para el cineasta mexicano la concepción de esta historia cambió con el paso del tiempo, pues cuando se convirtió en un adulto comenzó a encontrar posibilidades dentro de la misma trama que de pequeño lo había asustado.
“Te das cuenta de que es una historia universal que se puede aplicar para todo, para el arte, la política, la paternidad, es una metáfora dura de la creación, es una metáfora de tantas cosas que la puedes aplicar a la ciencia ficción, a la época fascista, a una metáfora sobre la mentira en la política, en la familia, etcétera”, afirma el realizador.
Del Toro se había convertido en el creador de criaturas inquietantes y monstruos aterradores cuando finalmente logró tallar a su propio Pinocho.
Llevarlo a la pantalla le tomó más de una década, pues aunque en los inicios de su carrera (en los 80) había labrado el sueño de hacer cortometrajes de animación con marionetas, un asalto a su estudio pospuso la realización.
Construir las bases para crear una película en la que cada movimiento requiere de 24 tomas por segundo fue un proceso que delegó a manos mexicanas.
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