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Como toda gran crisis, la climática ha encontrado un espacio de reflexión y debate en libros que proponen distintas miradas convencidas de la importancia del momento. Y ya que las librerías ofrecen una enorme variedad de obras sobre el tema, vale la pena hacerse la pregunta: ¿a partir de qué textos es posible comprender en toda su dimensión el proceso de colapso ecológico-social del que tanto hablan activistas y científicos?
Flavia Broffoni parece analizar esa inquietud cuando dice que “mientras a la ficción distópica le está yendo muy bien, a la divulgación científica que habla de los mismos temas le está yendo muy mal. ¿Por qué? Tal vez porque hay cierta tendencia cultural a creer en esa distopía en la medida que no trascienda la ficción, porque cuando la vemos en la realidad se presenta como algo muy difícil de gestionar”. Justamente, sus libros Extinción. La supervivencia de la humanidad en juego (Sudamericana, 2020) y Colapso. Cómo transitar el umbral de los mundos por venir (Sudamericana, 2024), trabajan sobre esa “realidad difícil de gestionar” retratada con los colores de un mundo en el que la humanidad se ve obligada a construir un modelo de vida en las antípodas del paradigma termoindustrial. Con un pie en la colapsología y otro en un activismo lúcido y rabioso, la autora combina la fuerza irreprochable de los datos con el llamado a desarticular la lógica político-económica a la que le atribuye la mayor responsabilidad en un desastre de escala global.
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A su manera, Broffoni retoma y actualiza el camino que Naomi Klein recorrió en Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (Paidós, 2014), una monumental investigación que revela por qué la adicción política a los combustibles fósiles llevó al mundo a un laberinto al que cuesta encontrarle la salida. Una de ellas, curiosamente, la entrevió la propia Klein en los artículos reunidos en En llamas. Un (enardecido) argumento a favor del Green New Deal (Paidós, 2021), libro escrito al calor de una época marcada por la irrupción de Greta Thunberg y las grandes marchas climáticas de 2018, quizás el último instante de optimismo en una lucha social que, menos de diez años después, hoy convive con los datos científicos que subrayan la posibilidad de un cataclismo irreversible.
Tal vez más cercano a la reflexión política y a la respuesta a un orden social injusto, el sueco Andreas Malm desarrolló en al menos dos de sus ensayos un certero identikit histórico de aquellos happy few que, envalentonados por la impunidad del extractivismo y el poder del capital, desprecian todo lo que amenaza sus privilegios. Capital fósil (Capitan Swing, 2020) y Cómo dinamitar un oleoducto (Errata Naturae, 2022) son libros complementarios que explican las razones de la catástrofe y justifican la ira contra quienes hoy parecen más interesados en colonizar Marte que en trabajar por el bienestar de la Tierra (y de los terrícolas). La versión cinematográfica de Cómo dinamitar un oleoducto (2022), dirigida por Daniel Goldhaber, es igual de potente y todavía más agria que el texto original.
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De Broffoni a Klein, pasando por Malm y muchos otros autores, la conciencia del abismo existencial que representa la cuestión climática se combina con la caracterización de un emergente movimiento de masas capaz de encontrar nuevas formas de habitar la Tierra. En ese sentido, el filósofo francés Baptiste Morizot plantea en Maneras de estar vivo. La crisis ecológica global y las políticas de lo salvaje (Errata Naturae, 2022) que el reto de la época consistiría en reinventar la sensibilidad humana y desarrollar aquellas relaciones con la Naturaleza que se perdieron durante la evolución. Un rumbo de ecología política próximo al que proponen tanto la investigadora británica Hannah Ritchie en El mundo no se acaba. Cómo convertirnos en la primera generación capaz de construir un planeta sostenible (Anagrama, 2025) como el brasileño Paulo Tavares en La naturaleza política de la selva (Caja Negra, 2024). De acuerdo con Hannah, el futuro no está escrito (aún) y lo peor que se puede hacer en un momento de tintes trágicos es abandonarse a la tragedia. Por su parte, Tavares utiliza parámetros de la arquitectura para llegar a una conclusión similar: que la reparación de la Tierra es inseparable de las indispensables políticas de reparación económica y social.
Al menos desde El mundo sumergido (1962), de James G. Ballard, la ciencia ficción ha imaginado varias de las especulaciones que hoy resultan advertencias en los libros de Klein, Broffoni y Malm. En esa línea, y basado en la pesadillesca información científica divulgada en el siglo XXI, Kim Stanley Robinson esbozó en su ya clásica novela El ministerio del futuro (Minotauro, 2021) el retrato de un planeta asolado por olas de calor, incendios y sequías que se parece peligrosamente al nuestro. Un panorama ya previsto por el estadounidense Paolo Bacigalupi en La chica mecánica (Plaza & Janés, 2011) donde, al revés del sueño de Robinson, las grandes corporaciones y el capitalismo rampante imponen su ley justo allí donde el aumento del nivel del mar deja al planeta con pocas esperanzas.
En México, la preocupación por la crisis climática no parece expresarse en los términos distópicos de Robinson y Bacigalupi. Quien podría ser el escritor más interesado en la cuestión, Jorge Comensal, expone tanto en los ensayos y crónicas de Materia viva (Antílope, 2024) como en la novela Este vacío que hierve (Alfaguara, 2023), una visión en la que ni el planeta ni los animales son ajenos a nuestro destino, parte de una misma trama cotidiana a explorar con el mismo compromiso que se analizan las adicciones, la vida familiar o los misterios de las enfermedades. Y ya en el campo del activismo socioambiental, la investigadora oaxaqueña Josefa Sánchez Contreras, originaria del pueblo zoque, dibuja en Despojos racistas (Anagrama, 2025) la trama que vincula al colonialismo con la destrucción ecológica, deconstruye los valores que colocaron al extractivismo en el centro de la política de los últimos siglos y alerta sobre el surgimiento de un racismo de nuevo cuño.
Del ensayo a la ficción, con diferentes grados de ilusión y furia, todos estos libros representan distintos senderos hacia un mismo tema. Lo que espera al final de ese camino es la necesidad urgente de entender las consecuencias de un futuro que se escribe hoy.
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