Tomé prestado el título para este artículo del ilustre historiador, escritor y editor mexicano Enrique Krauze, quien impartió la conferencia magistral inaugural del 34º Congreso Internacional de Editores, celebrado en diciembre pasado en Guadalajara, en el marco de la querida FIL.

Krauze citó al filósofo y humanista español José Ortega y Gasset cuando describió la dis-cordia como un corazón que se parte en dos: “Cuando la disensión es radical, todo queda aniquilado. Nada es común entre los contendientes. El Estado queda destruido y, con él, toda validez de ideas, de normas, de estructuras en las que apoyarse”.

Por otra parte, lo opuesto a la dis-cordiaes la con-cordia. Citando un pasaje de la vida de Cicerón en el que, ante el desmoronamiento de la república en el año 50 a.C., exclama: “Falta concordia”. Krauze continúa diciendo que: “Ése es también, me parece, el signo de nuestros tiempos: ‘Falta concordia’. Vivimos en la era de la discordia”.

Enrique Krauze y otros de nuestros ponentes nos recordaron la importancia de la “Trinidad de las libertades”: la libertad de expresión, de publicar y de leer.

La defensora internacional de los derechos humanos de Ucrania, fundadora y directora del Centro de Libertades Civiles, ganador del Premio Nobel de la Paz, Oleksandra Matviichuk, fue otra de nuestras conferencistas magistrales.

Ella nació en la Unión Soviética, donde la libertad de publicación era severamente restringida. Tras el colapso del imperio soviético, tuvo la oportunidad de conocer a algunos disidentes soviéticos que habían sido liberados de prisión. “Esos intelectuales no tenían más herramientas que sus propias palabras […]. Fueron encarcelados, asesinados, torturados, sometidos a tratamientos psicológicos forzados. Pero nunca se rindieron”.

Enrique Krauze afirmó que “…el planeta está estancado en la discordia. La democracia liberal y la legalidad republicana son por principio las únicas instituciones históricas que creen en la concordia básica y viven para y desde la concordia. ¿Sobrevivirán en Europa? Ucrania lleva la antorcha”.

Oleksandra Matviichuk afirmó que “los países autoritarios [en los que, según el think tank sueco V-Dem Institute, vive el 75% de la población mundial] consideran a las personas como objetos de control y les niegan derechos y libertades. Las democracias consideran a las personas, sus derechos y libertades como el valor más alto. No hay forma de negociar esto. La existencia del mundo libre siempre amenaza a las dictaduras con la pérdida del poder”.

Pero ¿cuál es la importancia de los libros y la lectura, la libertad de expresión, de publicar y de leer en este difícil contexto? Es crucial y, por ello, los editores tenemos una misión fundamental que cumplir.

El profesor esloveno Miha Kovač fue también orador en el congreso y afirmó que: “La lectura de alto nivel es nuestra herramienta más poderosa para el pensamiento analítico y crítico. Ejercita la metacognición y la paciencia cognitiva, amplía nuestras capacidades conceptuales, entrena la empatía cognitiva y la toma de perspectiva, habilidades sociales indispensables para los ciudadanos informados en una sociedad democrática”.

Una de las formas en que las autocracias mantienen su dominio es controlando la narrativa. ¿Recuerda la “neolengua” de Orwell? Solo existe una manera de pensar y cualquier rastro de disenso debe ser erradicado. Por eso también los gobiernos, en una tendencia preocupante en todo el mundo, buscan controlar el contenido de los libros de texto de educación básica, implementando una política de libro de texto único, que ha tenido resultados catastróficos.

¿Qué podemos hacer? Enrique Krauze sugiere que es necesario publicar libros. “La lección es clara: el mundo sigue siendo un triste espectáculo de discordia y, frente a él, el poder de la razón es limitado. Pero no tenemos otro recurso que la razón para comprender las pasiones antiguas y nuevas y así liberarnos de ellas. La razón es una terapia universal, aunque actúa lentamente, con un efecto gradual. Debemos adherirnos a ella y debemos defender la libertad individual contra la barbarie de nuestra época”.

Oleksandra Matviichuk se mantiene optimista, a pesar de las brutales circunstancias a las que se enfrenta: “Sin embargo, estos tiempos dramáticos nos brindan la oportunidad de revelar lo mejor de nosotros: ser valientes, luchar por la libertad, asumir la carga de la responsabilidad, tomar decisiones difíciles pero correctas, ayudarnos unos a otros. Ahora, más que nunca, sentimos profundamente lo que significa ser humano”.

“Y todavía tengo esperanza. Una esperanza que no es la confianza en que todo irá bien, sino una profunda comprensión de que todos nuestros esfuerzos tienen un sentido”.

Unámonos a Enrique y a Oleksandra en mantener la esperanza, mientras seguimos luchando por nuestras libertades. Definitivamente vale la pena.

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