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Era el año 2000. Durante la campaña electoral, el candidato del PRI a la presidencia de la República, Francisco Labastida, hizo hincapié, como parte de su proyecto en temas educativos, en la importancia de enseñar inglés y computación en nuestras escuelas públicas.

Con un sistema político desgastado y una ciudadanía harta del partido hegemónico en el poder por 70 años, Labastida recibió críticas y burlas por su plan. Hoy, 25 años después, en un mundo cada día más globalizado, nos damos cuenta de que tenía razón.

El inglés se ha convertido en la lengua franca de un mundo interconectado como nunca antes. En las empresas multinacionales el idioma oficial es el inglés. No habría otra forma de comunicarse con colegas de diferentes países y diferentes lenguas. El idioma del 61% de las páginas de internet de todo el mundo es el inglés.

Nuestra relación con nuestro principal socio comercial y poderoso vecino del norte ha sido históricamente compleja. Me parece que eso ha influido en una baja motivación para aprender inglés, como un acto de emancipación de nuestro hermano mayor. “¿Por qué aprender su idioma? Ellos deberían aprender el nuestro.”

Mientras tanto, hay en todo el mundo 1,500 millones de personas aprendiendo inglés y 152 países incluyen el aprendizaje del inglés como materia obligatoria en sus planes de estudio de educación básica.

El problema es que no aprendemos inglés solo para comunicarnos con los estadounidenses, sino con el resto del mundo. Aunque nos duela, México no es el centro del universo.

No hemos dimensionado adecuadamente que un niño que hoy estudia la primaria en Ciudad Altamirano no competirá con otros niños de su escuela, ni de su ciudad, ni de su país, por un lugar en las mejores universidades del mundo y después por un puesto de trabajo bien remunerado, sino contra sus pares de países como Japón, Dinamarca y Australia.

Para ello necesitará de sólidos conocimientos en matemáticas e inglés, así como una magnífica comprensión lectora. El problema es que, de acuerdo con la prueba PISA, México está muy por debajo del promedio de los países evaluados en estos rubros. Aunque PISA no mide conocimientos de inglés, para nadie es un secreto que nuestros niveles de inglés son insuficientes.

De acuerdo con el reporte EF English Proficiency Index, México está en el lugar 89 de 113 países participantes a nivel mundial y el 19 de 20 latinoamericanos.

El mismo reporte señala que “como la indisputable lengua franca, el dominio del inglés ayuda en la difusión de ideas, tecnología e innovación al darnos una lengua mediante la cual podemos comunicarnos y colaborar. Por último, hay una correlación positiva entre la calidad de vida, expectativa de vida, educación e ingreso per cápita con las habilidades en inglés de un país.”

¿Qué se requiere para mejorar? Por un lado, capacitar a los capacitadores. No nos preocupamos porque nuestros maestros dominaran el inglés, sino que pensamos que podrían enseñar bien el idioma solo por ser buenos maestros. Hoy nos damos cuenta de que no fue suficiente. En lugar de traer médicos de Cuba, que no hacen falta y que les roban puestos de trabajo a nuestros magníficos médicos mexicanos, deberíamos de invitar a venir a nuestro país a maestros de inglés de Estados Unidos o Gran Bretaña.

Por otro lado, se requieren buenos libros para la enseñanza del idioma. Si hacer un libro educativo adecuado es sumamente complejo, un libro para la enseñanza del inglés lo es aún más.

De manera parecida a los libros educativos, se requiere de metodologías probadas, de equipos multidisciplinarios y de una secuencia de aprendizajes, pero en otro idioma.

Hablar y escribir correctamente inglés es todo un reto. En ocasiones dan pena algunos textos traducidos del español al inglés por personas que claramente no dominan el idioma. Para poder escribir en forma correcta un texto en inglés se requiere de una persona para la que el inglés sea su idioma nativo.

En todos los países que conozco, incluyendo China, los libros para la enseñanza del inglés están desarrollados por profesionales. En China se han percatado de la importancia del inglés y por ello hay una enrome población aprendiendo el idioma. Para ello, las editoriales chinas han realizado importantes acuerdos con editoriales, sobre todo de Gran Bretaña, para la impresión de millones de libros para la enseñanza del inglés elaborados por profesionales para quienes el inglés es su lengua nativa.

Por ello es que, al igual que en libros educativos y tal vez con mayor razón, no cabe la improvisación en la elaboración de recursos adecuados para la enseñanza del inglés.

La Secretaría de Educación Pública está ahora desarrollando también libros de idiomas, en los que viene una vaga noción de inglés. Además de excluir a una industria editorial que ya tiene experiencia y que cuenta con todos los recursos técnicos y pedagógicos para elaborar los mejores libros, se están haciendo estos libros sin conocimiento ni experiencia previa.

Los resultados, al igual que con el libro de texto único, serán catastróficos. Los niños y niñas de los demás 150 países que están aprendiendo inglés, que tengan sólidos conocimientos del idioma, así como de matemáticas y ciencia, serán los que florezcan y se desarrollen en el mundo globalizado en el que vivimos.

Así como lo he mencionado antes, al respecto de los libros de texto, en la educación de nuestros niños y niñas no hay lugar para la improvisación. Cuando menos una generación completa de mexicanos estará condenada a la pobreza y el subdesarrollo. Estamos a tiempo de corregir, tomando las medidas correctas y si se le permitiera participar a la industria editorial.

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