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Desde el primer pequeño caserío tolteca que se estableció antes de la fundación de Tenochtitlan, la población insular que dio origen a la Ciudad de México tiene “una prolongada historia de al menos mil años” y, con seguridad, “mucho más”, aseguró el arqueólogo Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional.
Antes de dar paso a la conferencia “La cultura Chupícuaro en el formativo mesoamericano”, impartida por Brigitte Faugère como parte del ciclo “La arqueología hoy”, el colegiado compartió algunas consideraciones acerca de la fundación de la antigua Tenochtitlan, realizadas en conjunto con el arqueólogo y colegiado Eduardo Matos Moctezuma.
“Eduardo Matos Moctezuma y un servidor consideramos imperativo realizar nuevas excavaciones arqueológicas profundas en la Ciudad de México, tanto en los terrenos que ocuparon el recinto sagrado Tenochtitlan, en los palacios circundantes, así como en la periferia insular de aquel islote primigenio, que era mucho más chico, con el objetivo expreso de recuperar más y mejores evidencias materiales de las ocupaciones tempranas y precisar así su índole y su temporalidad”, dijo.
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López Luján se refirió a los pozos profundos que se realizaron en los años 90 bajo la Catedral Metropolitana con la finalidad de llevar a cabo una “subexcavación correctiva y salvar del colapso a este colosal complejo arquitectónico novohispano”. Las lumbreras, dijo, revelaron las capas estratigráficas más antiguas del área, mostrando los primeros asentamientos.
“En el contexto del proyecto de rectificación geométrica de la catedral, hecho por un grupo de brillantes ingenieros, se abrieron 32 lumbreras cilíndricas de 3.4 metros de diámetro y hasta 26 metros de profundidad”. A partir de los datos arrojados en la lumbrera 2, “los ingenieros encontraron en los niveles más superficiales, desde 0 a 8.8 metros de profundidad, las capas estratigráficas pertenecientes al México de los períodos independiente y más abajo colonial”.
A continuación, “documentaron las capas de la 1 a la 9, es decir, de 8.8 metros a 12.3, asignadas a la llamada fase Azteca 3, tradicionalmente fechada en el período 1400-1521. Esto cobra sustento en la detención por hidratación de artefactos de obsidiana recuperados bajo la catedral y el sagrario en la recimentación de los 60 y los 70, lo cual dio como años extremos 1411 y 1498”.
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En ese momento tuvo lugar la edificación masiva del recinto sagrado de Tenochtitlan. Más abajo se toparon con las capas 10 a la 12, de 12.3 metros a 13 metros de profundidad, que corresponden a la fase azteca 2, “la cual se ha asociado al arribo de grupos chichimecas al centro de México. Los fechamientos por hidratación de artefactos de obsidiana exhumados bajo la catedral arrojan el rango que va de 1198 a 1294; sin embargo, los más nuevos fechamientos radiocarbónicos para la cuenca, la producción de cerámica Azteca 2 habría sido más tardía y correspondería al periodo de 1331 a 1447”.
Más abajo, en la capa 13, de 13 a 13.7 metros, se encontraron restos cerámicos de la fase Tollan y Azteca 1, “y concluyeron la existencia, y esto es muy sorprendente, de un asentamiento tolteca de carácter permanente, quizás un pequeño caserío. De acuerdo con los fechamientos de hidratación de obsidiana, pues tenemos fechas del 910 al 1122, y lo anterior concuerda con los nuevos fechamientos radiocarbónicos para la cuenca, en los que la producción de la cerámica Mazapán-Tollan queda escrito al periodo de 882 a 1166, traslapándose con el de las cerámicas Azteca 1, cuyo rango es de 880 a 1390”.
En esas capas estratigráficas profundas, explicó, se ha recuperado también cerámica de fases anteriores como la Coyotlatelco, en el epiclásico, y Xolalpan-Metepec, del clásico; “más allá de los 15 metros de profundidad subyacen capas que son culturalmente estériles”. De esta manera, dijo, “el dato arqueológico duro no deja dudas: antes de Tenochtitlán existió un asentamiento tolteca en la isla primigenia, presumiblemente un pequeño caserío”.
Esta observación, recordó, ya la habían hecho en los años 70 los arqueólogos Constanza Vega y Joaquín García Bárcena. “Obviamente, no se puede descartar la posibilidad de que antes del siglo XI de ese asentamiento tolteca, hubiera otros permanentes o estacionales del epiclásico, el clásico, el preclásico e, inclusive, de la lejana etapa lítica de los cazadores, recolectores, pescadores. De lo anterior se desprende que la ciudad insular donde nos encontramos ahora tiene una prolongada historia de al menos mil años, de seguro muchos más”.
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