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“A las ovejas se las puede esquilar pero no despellejar.”
Tiberio.
Ciertamente, no es sano para la economía norteamericana que el presidente Trump inicie una guerra comercial con México. Sí, todos salen perdiendo por todos lados, desde la lógica de allá, por ejemplo, la afectación comienza con el consumidor gringo... pero desde la realidad de acá, terminamos, de menos, con los ojos morados.
Tampoco, ciertamente, es sano para la economía norteamericana que el presidente Trump comande su nación a una guerra de posibles consecuencias apocalípticas globales contra China, donde bajo la perspectiva de “perder perder” se siembran valiosos votos nativistas que, si bien serán útiles para la elección de 2020 y podrían llevar a Trump a un nuevo periodo en la Casa Blanca, también cosecharán una política de confinamiento social, xenófobo y económico en el mundo.
Duele, pero es cierto, Estados Unidos no es solamente Estados Unidos, la implementación de estas políticas populistas de añoranza a los viejos tiempos de la producción industrial y la casi nula informatización están calando hondo en la forma como se piensa el mundo en los próximos 50 años, por lo menos.
De concretarse los escenarios, tampoco es que sea el fin para el país, pero sí una regresión de al menos 30 años en nuestro desarrollo económico, de por sí mediocre: ¿recuerda cómo era comprarse un chocolate Milkyway o unos tenis Nike hace 35 años en México?, ¿le suena en la cabeza la famosa “fayuca”?... Pues, ¡bienvenido al pasado!
Empero, con todo y que el presidente Trump es un maestro en el arte del chantaje, de la extorsión y la tortura, su extrema y pueril presión ya le han cobrado factura con la relativa derrota electoral sufrida por los republicanos en el Congreso, pero, más, con el berrinche fallido del shutdown, del cierre récord del gobierno por 35 días que dejó, literalmente, en la tablita a más de 800 mil empleados federales, sin lograr, con todo el escándalo, que el Congreso le aprobase el presupuesto para el jodido muro.
Trump va a torturarnos, sí o sí, aunque en el camino él mismo también se torture un poquito, sadomasoquista al fin, disfrutará de vernos sufrir mientras él, apenas, se llevará un leve rasguño, fácil: él es uno de los hombres más poderosos del mundo y nosotros su punching bag predilecto.
Debemos de preguntarnos, más bien, de qué tamaño será la tortura infligida y qué haremos para responder con estrategia, con tiros de precisión, con la historia de David contra Goliat, ahora que las religiones influyen tanto en la cosa pública, tatuada en la memoria.
Uno, nos humilla antes del 10 de junio y nos obliga a “algo” que deje contentas a sus bases por un momentito o dos, provoca una crisis de semanas (¿meses?) que nos llevará a un escenario potencialmente crítico en todo sentido.
Un golpecito de Trump es una madriza con estrés post-traumático para México.
De Colofón.— Ganó el abstencionismo pero Morena perdió en los lugares estadísticamente más educados.
@LuisCardenasMX