El entrará mañana miércoles de forma natural en la atmósfera terrestre para desintegrarse tras finalizar su vida útil, según la (ESA), desde donde se está haciendo seguimiento de su degradación orbital.

La Oficina de Desechos Espaciales de la ESA predice, según los últimos datos actualizados, que la reentrada de este satélite de unas dos toneladas se producirá sobre las 19:25 horas GMT del 21 de febrero, con una incertidumbre de más/menos 9,9 horas.

Esta incertidumbre se debe principalmente a la influencia de la impredecible actividad solar, que afecta a la densidad de la atmósfera terrestre y, por tanto, a la resistencia que experimenta el satélite.

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Cuando el satélite alcance unos 80 kilómetros respecto a la Tierra, empezará a romperse en pedazos y la mayoría se quemarán completamente. Los riesgos asociados a las reentradas de satélites son muy bajos, recuerda la ESA.

Algunos pequeños fragmentos podrían sobrevivir, aunque es pronto para saberlo, según fuentes de la agencia; si fuera así lo más probable es que caigan al mar.

El ERS-2 se lanzó en 1995 siguiendo los pasos de su satélite hermano, el ERS-1, lanzado cuatro años antes. En ese momento, los dos eran los satélites de observación de la Tierra más sofisticados jamás desarrollados, según la ESA.

En 2011, la agencia retiró el ERS-2 y comenzó el proceso de reentrada controlada del satélite. Ahora ha llegado el momento de que este satélite vuelva a entrar en la atmósfera de forma natural (no controlada) y comience a desintegrarse.

La ESA declaró terminada su misión en 2011 y posteriormente redujo su altitud de unos 785 kilómetros a 573 kilómetros para minimizar el riesgo de colisión con otros satélites; asimismo, se aseguró que todas las baterías y sistemas presurizados se vaciaran o se volvieran seguros, y que se apagaran los sistemas electrónicos.

De este modo se redujo el peligro de que una avería interna hiciera que el satélite se rompiera en pedazos mientras aún se encontraba a una altitud utilizada por los satélites activos.

La eliminación de este satélite se llevó a cabo teniendo en cuenta las directrices de reducción de desechos espaciales que la ESA imponía en ese momento a los nuevos proyectos, "lo que demuestra el firme compromiso de la agencia para reducir la basura espacial".

Después de 13 años de degradación orbital, el satélite volverá a entrar de forma natural en la atmósfera terrestre, lo que se espera mañana. A medida que se acerque el reingreso, los expertos podrán predecir la hora y el lugar con mayor certeza.

La Oficina de Desechos Espaciales de la ESA lo está siguiendo muy de cerca, en coordinación con varios socios internacionales.

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Los ERS llevaban un paquete de instrumentos que incluían un radar de abertura sintética de imágenes, un altímetro de radar y otros potentes sensores para medir la temperatura de la superficie oceánica y los vientos en el mar. El ERS-2 disponía de un sensor más para medir el ozono atmosférico.

Ambos recopilaron gran cantidad de datos sobre la disminución del hielo polar, los cambios en la superficie terrestre, el aumento del nivel del mar, el calentamiento de los océanos y la química atmosférica. Además, se utilizaron para vigilar graves inundaciones y terremotos en lugares remotos.

"La misión sentó las bases de muchos de los satélites actuales y de la posición de la ESA a la vanguardia de la observación de la Tierra".

Se han publicado miles de artículos científicos basados en su información y, gracias al programa Heritage, que garantiza que los datos de los satélites ahora inactivos sigan utilizándose, "seguirán surgiendo más hallazgos sobre nuestro mundo en constante transformación y los riesgos a los que nos enfrentamos", concluye la ESA.

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melc

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