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En economía, una generalidad es que toda acción implica riesgos, de diferentes tipos y naturalezas; en todos los casos, podrían ser obstáculos para la consecución de los objetivos planteados por la organización. Los riesgos implican elegir y en su mayoría renunciar, por lo que es necesario contar con los fundamentos sólidos para soportar lo que se renuncia y lo que se selecciona seguir.
Existen factores endógenos que de alguna forma son controlados, como seguridad e higiene, salud laboral, entre varios más. Otros, casi siempre exógenos, son más complejos, casi siempre difíciles de prevenir. Muchas veces las organizaciones tienen pocas opciones y la toma de decisiones se complica.
Vivimos un periodo de incertidumbre, donde la opinión pública puede ser moldeada y hay grandes tentaciones para realizar acciones aparentemente en favor de la sustentabilidad, el medio ambiente, la salud pública, la seguridad, entre otros. Estas acciones pueden ser desde un aumento a impuestos a la producción, consumo o comercialización de un producto, así como una norma que modifique esquemas de producción, cupos a la importación, prohibición a algunos medios de transporte, reducción de emisiones de contaminantes, prohibición a la utilización de algunos insumos o incluso plantea el cierre del core business de empresas con decenas de años en el mercado.
Por supuesto, nos manifestamos a favor de políticas públicas que tengan una implicación positiva en la calidad de vida de la población, que salvaguarden el empleo, el ingreso de las familias, que realmente modifiquen patrones de consumo nocivos a la salud y al medio ambiente. Sin embargo, consideramos que hay que contar con procesos establecidos, resultados esperados medibles, tiempos de ejecución y de transformación de la planta productiva, es decir, un periodo de ajuste que evite que los cambios estructurales se conviertan en crisis.
En muchos de los casos, las iniciativas son impulsadas desde sectores de la población y son retomados por fracciones políticas con fines electorales; en algunos otros, se constituyen en una evidente forma de obtener ingresos tributarios. Sin embargo, salvo en contadas ocasiones, la medición de los impactos directos e indirectos difícilmente es realizada con precisión.
Para una organización, gozar de acceso a información sobre los impactos de una política pública o de una iniciativa, siempre facilitará contar con mejores elementos para enfrentar un cambio de paradigma o una situación coyuntural. Una simple pregunta puede desencadenar un análisis a profundidad: ¿Qué pasa si…?
¿Qué pasa —por ejemplo— si se prohíbe la producción y consumo de nuestro insumo más importante? A través del modelado de escenarios, es posible aproximar los efectos en el sector donde directamente impacta, pero también en el resto de la cadena de valor, en variables como producción, valor agregado, empleos directos e indirectos, entre otros.
Este análisis permitirá avanzar en el desarrollo de una agenda estratégica de acciones orientada a enfrentar una situación aparentemente de crisis e incluso catarsis en el sector donde se presenta la posibilidad del evento disruptivo y en el resto de la cadena.
Uno de los ejemplos más sonados es el del plástico. En los últimos años, se desarrolló en el imaginario colectivo la idea de que su producción es una de las principales causas de contaminación de tierra y agua. Aunque evidentemente se trata de tema complejo, en el que de manera integral están involucrados también los usuarios finales y sus patrones de consumo, las empresas de reciclaje, los sistemas de recolección, entre otros elementos, ha derivado en iniciativas y leyes que prohíben el uso de este insumo, afectando seriamente no sólo a la industria sino a toda la cadena productiva, lo que podría generar desempleo, caída en la producción y con resultados en materia de contaminación, prácticamente nulos.
¿Qué pasa si esta situación se extiende a otros sectores productivos como los de alta tecnología, transporte de carga, agroindustria, construcción, sólo por mencionar algunos? Podría suceder a través de impuestos a la producción, de prohibiciones parciales de uso, de cambios obligados en la planta productiva, entre otros.
La experiencia nos ha enseñado que la modelación de riesgos socioeconómicos es una herramienta que permite a las empresas, asociaciones y gobiernos contar con información precisa, desarrollar diferentes escenarios y enfrentar con ello, de la mejor manera, un proceso de cabildeo, negociación y comunicación externa. Gracias a estos esfuerzos, las entidades públicas y privadas salen y siguen adelante.
Firmas de consultoría como la nuestra cuentan con modelos expresamente diseñados para este propósito y otros más. En México, ya hemos enfrentado muchas altas y bajas en los 50 años que llevamos de trayectoria. Es decir, esto no es nuevo. Lo importante es que los métodos y tecnologías se han perfeccionado y adaptado a la realidad, y eso es una gran ventaja. En momentos de incertidumbre, acercarse a los especialistas es una gran decisión, una que seguramente redituará amplios beneficios.
Vicepresidente de Consultores Internacionales S.C.