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Javier Borrás/EFE
El “mercado de los bichos” de Donghuamen, en Beijing, cerró el pasado viernes tras treinta años en activo, después de las quejas recibidas por las condiciones higiénicas y el ruido que genera por las noches.
“No sabía que va a cerrar, es una pena. Esto representa parte de la cultura de Beijing”, se lamenta el día anterior al cierre Guo, que desconoce que hay otros lugares en la capital donde pueda comer sus brochetas de escorpiones.
El mercado, atracción turística
Para llegar a Donghuamen, se toma el metro hasta la parada de Wangfujing, donde empieza una avenida con el mismo nombre, llena de tiendas de lujo, a pocos metros de la gigantesca plaza de Tiananmen y la Ciudad Prohibida.
Bajo un gran puerta decorada con motivos chinos, un callejón atestado de gente emite humos cargados de fritanga y de otros olores imposibles de identificar, mezclados con el lacerante sol del verano.
Saltamontes amarillentos, tarántulas peludas, diminutas culebras o larvas de caparazón crujiente pero tierno interior verdoso se exhiben ensartados. La imagen más absorbente, ya sea por amor o por asco, son los escorpiones en sus últimos estertores, atravesados por un delgado palo de madera, que mueven sus pequeñas patitas arriba y abajo, de forma hipnótica.
Mientras Dai contesta a las preguntas, una señora de un puesto increpa a los periodistas que toman imágenes. Varios de los vendedores de insectos piden a gritos que no se graben sus puestos, e incluso alguno pide dinero a cambio de poder fotografiar su mercancía.
Opiniones encontradas
“Debemos pensar si es necesario tener mercados de comida callejera en el centro de la ciudad. Se podrían trasladar a las afueras”, propone Shao, un joven de Jilin (al noreste del país), al que poco afectará el cierre: “No he probado los bichos. Tengo miedo a estas cosas, en especial al escorpión, y también a los saltamontes.”
Fan Guojia, una joven turista de Shanghái -a la que le dan especial asco los pinchos de gusanos- considera que cerrar el mercado puede afectar negativamente al turismo de la zona, y cree que se podrían hacer algunas modificaciones sanitarias que mejoraran la seguridad alimentaria.
Pero el “mercado de los bichos” también es visita obligada para muchos turistas extranjeros.
“Tengo la idea de probar el caballito de mar, que es el que menos asco me da”, confiesa Carlos, que -pocos minutos después- compra un diminuto hipocampo por 20 yuanes (unos tres euros).
Respira hondo, coge el caballito de mar, le arranca la cola de un mordisco y paladea esta delicia marina: “Pues está bueno, ¡eh!”, aclara entre risas, con un gesto de aprobación dibujado en su rostro.