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viridiana.ramirez@eluniversal.com.mx
En Monterrey, para poder beber una cerveza helada y espumosa hay que remontarse 126 años atrás. Este salto en el tiempo se hace cruzando la puerta de un edificio victoriano de ladrillos rojos que lleva hasta las instalaciones de la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma: así inicia el llamado Tour Industrial.
El aroma a cebada fermentada llena toda la atmósfera, pues la fábrica produce el mayor volumen de cerveza del mundo, algo así como 2.5 millones de litros al año.
Los datos son explicados por uno de los trabajadores, mientras los visitantes ven circular por las bandas las botellas de marcas como Heineken, Sol, Superior, Dos Equis, Indio y la cremosa Bohemia. La visita incluye un paseo por la colección de carteles de publicidad y de botellas, como aquel envase que guardó la cerveza Carta Blanca, con tapón de corcho.
La fábrica también tiene su propio Jardín de Cerveza para degustar sus productos. Cada integrante del tour tiene derecho a una cerveza, la cual se bebe con serenidad mientras contemplan el Cerro de la Silla.
Vidrio: patrimonio nacional
Ahora hay que trasladarse a Vitro, lo que todo regio conoce como el Museo del Vidrio. Este sitio ha sido desde 1909 punto medular en la economía del estado. Pero no hablaremos de números, sino del arte que se fabrica en su interior: cristales coloniales, prehispánicos, vitrales y botellas.
El recorrido tiene acceso a la planta donde se funde el vidrio que viaja hacia el resto de América Latina, Europa y Asia.
Después de recorrerla, se visita un edificio histórico de dos niveles donde se distribuyen las salas de exhibición. La primera reúne cristales europeos y el popular vidrio pulquero, el cual estaba decorado con detalles florales, gotas de cristal en relieve, y era utilizado para dar forma a las jarras que contenían el pulque.
En el último nivel se puede apreciar una tradicional botica del siglo XIX: vitrinas exhiben botellas farmacéuticas de la época, así como el taller de Claudio Pellandini y Víctor Marco, vitralistas pioneros de México.
Monstruo norteño
En el Parque Fundidora se hace un homenaje a la bonanza siderúrgica de Nuevo León durante 86 años. Así se llega al Horno Alto No. 3, que despertó de su oxidado letargo, convertido en un museo interactivo de ciencia y tecnología donde las actividades van más allá de ver fluir el acero.
La gigantesca estructura de 70 metros de alto, cuenta con una Galería de Acero.
Los visitantes descienden 200 metros hasta llegar a una mina de carbón donde extrabajadores narran el proceso de extracción y hacen “explotar” una mina a cielo abierto.
Después hay que dar un paseo por la cima del horno, realizando una caminata por las cabinas abiertas que rodean la estructura. Este ascenso es a través de una pasarela de rejillas sobre un sistema de estufas que ofrece la mejor vista de la Sierra Madre.
La última parte del recorrido incluye el espectáculo del horno, en la Casa de Vaciados. Con efectos de vapor, humo, chispas y fuego se ve cómo opera un horno alto, el cual después entrará en acción haciendo fluir litros de acero.
HERRAMIENTAS
Quién te lleva
¡Ajúa! Tours. Precio: 500 pesos por persona. Incluye trasportación local desde tu hotel, entradas y guía. Se debe reservar con anticipación para solicitar los permisos de visita a las fábricas.
Más información
www.ajuatours.mx