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El gigante rojoblanco se puso de pie para ejercer su tiranía en el futbol mexicano. Guadalajara gritó “¡campeón!”. La estrella 12 estará bordada en su escudo.

Doblete, luego de la conquista rojiblanca en la Copa MX. Nadie lo había logrado desde la temporada 1994-95. Chivas pasó mucha vergüenza antes de llegar al trono por primera vez desde el Apertura 2006. Vencer en la final al todopoderoso Tigres ayer 2-1 (global 4-3), fue el premio a aguantar los problemas de descenso y la mediocridad que le dominó durante años.

La apuesta de Jorge Vergara, dueño del club, salió perfecta. Reforzó su plantel con estrellas de la Liga y le dio la oportunidad de dirigirlas a Matías Almeyda. El argentino prometió que el coloso rojiblanco sería grande por resultados y ya no tanto por historia. Cumplió. Vergara ya presume dos títulos de Liga, dos de Copa y una Supercopa en su gestión. Como aderezo, igualó al América en títulos ligueros. En Coapa hay dolor por no tener más la etiqueta del “más ganador” Por eso el “Cielito Lindo” retumbó en el estadio Chivas, mientras Carlos Salcido elevó el campeonato para ofrecerlo a 40 millones de fieles encendidos por el éxtasis de ser monarca.

Duelo de vuelta de final tenso, con el aplomo del Guadalajara en la cancha y los Tigres, calculadores como suele ser la estrategia del “Tuca” para aniquilar rivales. Los rojiblancos mostraron su nerviosismo en los primeros minutos. La mitad de la cancha la perdieron apenas comenzó el partido. El talento de los jugadores del club norteño colocó la zozobra en el moderno recinto. Las preocupaciones para Rodolfo Cota fueron más producto de los yerros de su escuadra que de los aciertos felinos. Se enfilaba más el tanto visitante que el local.

Pero en el futbol basta una pizca de talento para cambiar la historia. Combinación exacta. Oswaldo Alanís metió un trazo cruzado. Un pase para que Alan Pulido fuera más letal que nunca. El ariete impactó el balón con la parte interna de su pie y adentro (16’). Adiós al golpe anímico que padeció el chiverío en San Nicolás de los Garza, cuando perdió una ventaja de dos anotaciones.

El sueño de campeonar regresó. Chivas volvió, entonces, a conducirse con el guión original. Bloquear a los Tigres y descartar cualquier ruta posible hacia su portería. Tuvo sobresaltos. El plantel felino presentó lo mejor de su arsenal y la simple presencia de André-Pierre Gignac intimida por su capacidad.

El Rebaño descartó cualquier tregua y obtuvo sus dividendos: José Juan Vázquez envió un disparo cruzado poco atrás de la media luna. Su envío se convirtió en un aguijón que encontró un desvío enemigo. Nahuel Guzmán no pudo atajar. Poste y adentro (69’). De nuevo, dos goles adelante en la serie final.

Los minutos finales fueron un fantasma de lo ocurrido en la ida. Ismael Sosa y su descuento (88’) resucitaron el temor del Guadalajara por dejar escapar la ventaja. El silbante Luis Enrique Santander pudo marcar un penalti de Carlos Salcido sobre Sosa. Se “tragó” el silbato. Polémica decisión. Chivas resistió. Mató los últimos minutos. El silbatazo final acudió a la cita. En cuanto éste se dio, el gigante rojiblanco despertó. Se puso de pie para enfilarse hacia su duodécima gloria. Un cetro para el Guadalajara en la Liga. Doblete consumado. El Rebaño es tan sagrado con la corona de campeón como su historia lo demanda.

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