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Son albañiles, peluqueros, jardineros, cocineros, y hasta uno que otro basurero. Todos ellos mexicanos, venidos de diferentes partes del país y que cayeron en esta ciudad al norte, muy al norte del “sueño americano”.

“Aquí se vivía muy bien, hasta hace poco, cuando comenzaron con sus ma...”, dice José Hermenegildo López, originario de Aguascalientes, quien desde hace años vive en los alrededores de la ciudad. José cocina en un restaurante tailandés [de lunes a viernes] “y los fines de semana hago parrilladas para los ‘gringos’, pero ahora se ha caído mucho el trabajo”.

¿La razón? Muy fácil: el mensaje mandado por Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, quien “dijo que todos éramos unos rateros, unos violadores, y mucha gente nos dejó de contratar. A mí, porque los chinos me conocen de años, pero los güeros han dejado de contratar”.

Lo mismo le sucedió a Ángel Rodríguez, quien nació en La Piedad, Michoacán. Él es peluquero, trabajaba en una barbería con un “viejito buena onda, pero era ex militar. Cuando Trump empezó con sus desma... me corrió. Dijo que la clientela me veía mal, que ya no venían a cortarse el cabello”.

Ahora le ayuda a su hermano Rodrigo en trabajos de albaliñería.

“A mí me va igual que siempre, pero nada más así. Los que me conocen me siguen dando trabajo, pero ya no hay nuevos clientes, no me tienen confianza”, dice Rodrigo.

Tienen miedo que en las elecciones de este día gane Trump y que sus promesas de expulsar “ilegales” se cumplan. “En esta ciudad son racistas, eso es muy claro, y si gana ese señor, pues no sabemos qué vamos a hacer”, añadió Rodríguez.

No pueden votar, no están registrados, no tienen derecho a ello, a pesar que desde hace tiempo han hecho esta tierra suya. Aquí llegaron como hijos, y ahora son padres, algunos abuelos.

No tienen voto, pero tienen voz.

“Según dicen en las noticias, quien gane este estado [Ohio] se va a llevar la presidencia”, comenta Rafael, quien es chilango, pero “me gusta estar enterado. Aquí no nos quieren, en el aeropuerto nos miran feo, nos quieren sacar sólo porque venimos con nuestras playeras verdes a apoyar a la Selección”.

Desde el futbol se ve esta discriminación. “Nos bloquearon para comprar los boletos. No quieren que vayamos al estadio, pero iremos. Cuando estábamos haciendo la compra y metimos los apellidos López, Rodríguez, Sánchez, nos bloqueaban. Eso es ilegal ¿no?”, pregunta otra vez Rafa.

Pero van a ir, aunque hayan tenido que pagar 450 dólares, hasta 8 mil 300 pesos por boleto. “Pero vale la pena, porque los ‘gringos’ son iguales que Trump, nos ven mal, nos tratan mal”.

Cada cuatro años es lo mismo, se ponen su playera verde, toman su bandera y van al estadio con la esperanza de acabar con la hegemonía estadounidense. Esta vez será especial. “Tenemos que ganar”, gritan, y no sólo lo piden en lo futbolístico, sino van más allá, porque la política y el futbol no van de la mano. Pero cómo se parecen.

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