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ana.pinon@eluniversal.com.mx
El músico Víctor Ibarra, de 38 años, se fue hace 10 años de México al ser seleccionado para estudiar en una de las más prestigiosas escuelas de Europa, el Conservatorio de Lyon; en los últimos cuatro años su carrera ha ido en ascenso, no sólo ha formado parte de la Casa Velázquez en España, en donde han hecho residencia importantes artistas de Europa, también ha recibido diversos premios, su obra se toca principalmente en Francia y es elogiado por la prensa especializada.
En México, dice en entrevista desde Francia, es hasta ahora que consideran su trabajo, gracias al impulso de ensambles como Cepromusic y el apoyo de músicos como José Luis Castillo. Sin embargo, el panorama para los compositores mexicanos sigue siendo poco favorecedor.
Recientemente ganó el primer concurso de composición de Basilea, presidido por Georg Friedrich Haas con un premio de 60 mil francos suizos, es decir, alrededor de un millón 180 mil pesos. Haas aseguró que la obra del mexicano, titulada “In memoriam”, construye un “mundo armónico emocionante”. Los medios suizos han consignado la noticia y han destacado el trabajo del compositor, ganador de otros importantes galardones como el Premio Austria Zeitklang y el Primer Concurso de Mauricio Kagel.
“A México lo veo muy dual, dicotómico, porque hay gente que ha logrado hacer muchas cosas. Por ejemplo, cuando me fui no existía Cepromusic y ahora tiene una temporada de conciertos muy importante y genera una gran actividad musical sin precedente; pero por otro lado hay mucha gente corrupta y ladrona, que jala al país hacia un lado negativo que afecta mucho”, indicó.
¿Consideras que este premio es el más importantes de tu carrera?
Uno trabaja porque está buscando su propia voz, porque tienes necesidad de transmitir algo y la forma de hacerlo es a través del arte. La prioridad, para mí, ha sido mi búsqueda artística y personal.
Muchas cosas te han pasado en los últimos años.
Sí. Hasta hace tres años vivía en Lyon y me seleccionaron para ser parte de la Casa de Velázquez, la Academia de Francia en Madrid, un organismo que depende del Ministerio de Educación en Francia. Al ser parte te otorgan un salario para irte a Madrid a desarrollar las cosas que te interesen. Es una gran oportunidad para los creadores de todas las disciplinas que radican en Francia. Es algo realmente importante, el salario que te dan es muy generoso, casi como el que me dieron en Suiza, pero más allá de eso, ha sido muy enriquecedora la experiencia. Fue una gran oportunidad que me permitió crear, conocer, dialogar con otros creadores, entre arquitectos, fotógrafos, videoastas, grabadores, con los que pude trabajar. Fue miembro sólo por un año, en 2014, y volví a Francia.
También te dieron una beca del FONCA.
Sí, de hecho la pieza con la que gané el premio la pude escribir gracias al Sistema Nacional de Creadores. Me dio mucho gusto recibirla porque le pude dar salida a una de mis obras. Antes era muy difícil que pudieras estrenar en México, pero ahora con la creación de ensambles como el de Cepromusic se han facilitado un poco las cosas. Uno de los problemas del Sistema es que te daban un subsidio y tú podías crear, pero tu obra se quedaba guardada porque nadie la tocaba. Así que estoy contento que una obra escrita con ese apoyo tenga vida en otras dimensiones.
¿Qué caminos se te han abierto?
Después de Casa de Velázquez han surgido algunas proyectos, también gracias al Sistema pude trabajar con Sandra Pani. Lo importante es que las partituras no se queden en el cajón, sino encontrar que las toquen, que se graben, que la gente las escuche.
¿Ha habido una transformación de “Silence” a “In memoriam”?
El punto de partida de ambas piezas es Antoni Tàpies, así que cierro un ciclo de obras en torno al artista, aunque en medio hay varias obras que también tienen que ver con Tàpies. Creo que en “In memoriam” hay una madurez, es una conclusión del mundo que asimilé. Todo esto me abrió nuevas perspectivas y continuo en lo visual, he trabajado también con otros pintores y con un fotógrafo.
¿Crees que sí ha habido espacios para tu obra?
No puedo estar inconforme con lo que ha pasado en los últimos cinco años con mi obra, porque, por ejemplo, me han estado invitando para escribir piezas para el Festival Internacional Cervantino, que han estrenado diversos ensambles; además, gracias a José Luis Castillo, he escrito para Cepromusic, también he estado presente en la Orquesta de Cámara de Bellas Artes y ahora estoy en contacto con la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México porque está muy interesada en la música orquestal mexicana. De momento, estoy contento, creo que es por ahí por donde tengo que ir. Si pudiera dar un consejo a los ensambles mexicanos les diría que toquen más a sus compositores, el público tiene que empezar a involucrarse más con la música contemporánea, así que los ensambles son fundamentales para la creación mexicana y para que nosotros podamos ser escuchados.
¿Vendrás pronto a México?
Lo teníamos planeado, pero tuvimos un bebé y la estrategia ha cambiado, hemos hecho una pausa, pero espero volver en este verano. La llegada de mi bebé ha sido muy importante. Mi madre falleció y fue muy fuerte para mí, y al mismo tiempo mi esposa estaba embarazada. Entre la muerte de mi mamá y el nacimiento de mi hijo pasaron dos meses. La composición fue la salida de muchas cosas. Cada quien reacciona ante las cosas de manera muy personal, mi reacción fue escribir frente a todo lo que me estaba pasando. Tàpies es un poco mi madre, pero también es un poco mi hijo. Francia es el país invitado del Cervantino y tenía una propuesta para hacer una nueva pieza, pero no hubo posibilidades de hacer algo con un ensamble francés. A mí me invitaron, pero ya no me han vuelto a hablar, no sé si ese proyecto ya se cayó ni qué fue lo que pasó ante los cambios que hubo en el festival.
¿La paternidad te ha revelado otros sonidos, otra estética?
Creo que sí. Mi camino iba hacia lo abstracto, hacia el lenguaje más duro, pero con la llegada de mi hijo me pregunté qué quería hacer, qué quería que él escuchara. Me hice muchas preguntas y eso ya es un inicio a algo distinto, mi hijo me puso muchas preguntas sobre la mesa.