El príncipe Félix Yusúpov (1887-1967) pasó a la historia por ser uno de los hombres más ricos de Rusia a principios del siglo XX, y se convirtió en leyenda al participar en el asesinato de Grigori Rasputín. Ahora, parte del incalculable patrimonio que llegó a poseer se subasta en París.
Por una casualidad improbable, gran parte de lo que queda de esta fortuna lleva 60 años guardado con celo en Cuernavaca (México), y una muestra de aquel legado salió hoy a subasta en la casa Drouot de París, en casi 400 lotes de orfebrería de Fabergé, trajes, fotos, cartas o dibujos.
La joya de esa selección de objetos es una estatuilla de Júpiter hecha en plata, atribuida a Benvenuto Cellini, uno de los pocos tesoros que Yusúpov salvó de la Revolución.
Montada en una base de oro por la firma joyera Cartier, la figura está valorada en entre 200 mil y 250 mil euros (de 221 mil 974 a 277 mil 468 dólares).
También destacan el fastuoso traje que el príncipe exhibió en el baile de Eglington de Londres en 1912, valorado en entre 25 mil y 30 mil euros (de 27 mil 746 a 33 mil 296 dólares), y una colección de 25 dibujos, los célebres "grotescos", que Yusúpov pintó a finales de los años 30.
Desde alfileres de corbata hasta retratos familiares, pasando por peluches, iconos religiosos, ropa, cartas manuscritas y sellos para lacrar la correspondencia, la lista de los casi 400 objetos comprende todos los precios.
¿Cómo acabaron esos tesoros en una casa mexicana? Para entenderlo, hay que remontarse al giro que dio la vida de Yusúpov con la muerte de su hermano mayor en 1908.
Con 21 años heredó todo el patrimonio de una dinastía centenaria, y en 1914 adquirió el título de príncipe al casarse con la única sobrina del zar Nicolás II, Irina.
En su palacio Moika, donde residía, fue donde en diciembre de 1916 asesinó a Rasputín junto a otros conspiradores.
El príncipe alimentó la leyenda en su autobiografía al relatar cómo suministraron al monje suficiente cianuro como para matar a cinco hombres y cómo, para su horror, el veneno no actuó. Después le dispararon, golpearon con una barra de hierro, ataron y arrojaron a las aguas del río Neva, donde Rasputín pereció de hipotermia.
El asesinato del místico sanador que tanto había influido en los zares, generando la impopularidad de la familia imperial, no pudo parar la revolución que se avecinaba. Una semana después del levantamiento de febrero de 1917, previo a la Revolución de Octubre, Nicolás II abdicó.
A los pocos días, los Yusúpov, que habían sido desterrados a una de sus fincas por el asesinato de Rasputín, volvieron al Moika para recoger lo más valioso que se pudieran llevar antes de poner rumbo al extranjero.
Consigo tomaron diamantes que escondieron en los pañales de su hija, entre ellos el "Sultán de Marruecos" -el cuarto más grande del mundo-, unos pendientes que pertenecieron a María Antonieta y dos cuadros de Rembrandt, que financiaron gran parte de su exilio en París.
Fue en esa ciudad donde conocieron, en 1958, a Víctor Manuel Contreras, por entonces estudiante de Bellas Artes. El afecto mutuo entre la pareja y aquel joven mexicano de 17 años fue tal que lo acogieron en su casa durante cinco años e hicieron de él casi un hijo espiritual.
La generosidad de la pareja, su tren de vida y su poca destreza en la gestión de sus finanzas se unieron al Crac de 1929, que terminó por dilapidar lo poco que quedaba de la fortuna familiar y obligarles a una residencia modesta en comparación con el boato conocido.
El príncipe murió en 1967 y después del fallecimiento de la princesa, en 1970, su única hija, Irina Félixovna Yusúpova, legó una colección de objetos y recuerdos que Contreras atesoró en su domicilio en Cuernavaca, según explica el catálogo de la puja.
Aquella casa se convirtió así en una máquina del tiempo para viajar a la rusia zarista, de la que hoy una pequeña parte, tras pasar por París, irá a parar a manos de coleccionistas y mitómanos (persona dedicada a mitificar o a admirar exageradamente a personas o cosas, de acuerdo a la RAE).
sc