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En casi 50 años de exploración espacial, se han realizado más de 49 mil lanzamientos para poner en órbita unos 6 mil 600 satélites, según datos de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Pero cuando dejan de funcionar, estos dispositivos, así como restos de cohetes y otros objetos que se desprenden de las naves, se convierten en desechos que giran sin control alrededor de la Tierra.
De acuerdo con la NASA, se estima que hay más de 21 mil desechos orbitales (basura espacial) de 10 o más centímetros y más de 100 millones menores de un centímetro. Toda esta chatarra –que viaja a velocidades de entre siete y diez kilómetros por segundo– sigue acumulándose con cada lanzamiento, aumentando el riesgo de colisiones con la Estación Espacial Internacional (EEI), con satélites que aportan servicios –como de Internet, telefonía y televisión–, o que impacten contra la Tierra.
El astronauta británico Tim Peake, que se encuentra actualmente en la EEI, volvió a poner este tema sobre la mesa al publicar en Twitter la imagen de una grieta en la cúpula de observación de la estación provocada por el choque de un pequeño chip, el cual volaba a toda velocidad por el espacio.
Según la ESA, el impacto no representó un riesgo para la tripulación, ya que la cúpula está formada por cuatro capas de cristal reforzado. No obstante –advierte la agencia europea en un comunicado– tan solo un fragmento de basura espacial de más de un centímetro puede desactivar un instrumento de la estación o penetrar los escudos de los módulos de la tripulación, mientras que aquellos mayores de 10 centímetros pueden destruir un satélite o una nave espacial.
rqm