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Erick Gutiérrez sabía que el deporte lo podría sacar adelante.
Allá en Los Mochis, Sinaloa, había que tener la mente ocupada en algo, y —desde muy pequeño— los papás de Erick lo metieron a practicar de todo: Boxeo y beisbol, los deportes más populares en la entidad.
El camino recorrido por Gutiérrez no es diferente al de muchos futbolistas. Alguien lo vio, fueron los Tuzos, y se lo llevaron a su madriguera, a formarlo, a moldearlo.
Noches difíciles, de soledad, de dudas, de hambre.
El mismo Erick cuenta que, para su madre, cuando lo acompañaba en Pachuca, sacaba alimentos del comedor tuzo, para llevárselos.
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Fueron tiempos duros
Hoy, la luz se ve al otro lado del horizonte. En Pachuca, poco a poco se ganó su lugar; tanto, que tuvo que salir, porque su nivel daba para mucho más, y aterrizó en Países Bajos, donde en el PSV Eindhoven tuvo que empezar de nuevo, desde abajo, para ganarse la confianza de los incrédulos. Lo hizo.
En la Copa del Mundo Rusia 2018 no jugó ni un minuto, y ahora va por la revancha. Quiere ser tomado en cuenta en Qatar y demostrarse a sí mismo que patear un balón fue la mejor decisión que pudo tomar, abandonando los guantes de boxeo y el bate de beisbol.
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