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ramón.trevino@clabsa.com.mx
La presencia de Tom Brady en el Estadio Azteca es suficiente para arrebatarle el título de “local” a los Raiders de Oakland.
Miles de aficionados se presentan al Coloso de Santa Úrsula vestidos con la playera del cinco veces ganador del Super Bowl.
Los fanáticos de Raiders sienten la invasión de los Pats. El dominio del conjunto del coach, Bill Belichick, se ha ganado el corazón de muchos mexicanos en los últimos 15 años.
Incómodos por no ser mayoría como el año pasado (ante los Texans de Houston), los de negro y plata cantan a todo pulmón“ ¡Raiders! ¡Raiders!”.
La conducta de los aficionados es mejor que en 2016. Ningún avión de papel cae sobre el terreno de juego. La NFL México aprendió la lección y ya no regala carteles con marcas patrocinadoras.
El polémico láser que molestaba a Brock Osweiler, ex pasador de Texans, el año pasado, no apareció. Eso sí, el polémico grito de “Ehh put…” se escucha en algunos sectores, pero muy poco.
Al cierre del cotejo, el ambiente dentro del Coloso de Santa Úrsula disminuye. Es el último cuarto y los Pats tienen dominados a los Raiders. Con todo y la paliza, los fieles seguidores del conjunto de la Bahía permanecen en su lugar.
Los jugadores de Patriots se despiden con cariño de sus fanáticos en la Ciudad de México. No les fallaron.
El polémico quarterback sonríe ante las decenas de aficionados amontonados alrededor del camino que lo lleva al vestidor en el Estadio Azteca. Sólo una reja los separa de poder tocar a su ídolo; una foto desde su celular es el recuerdo que se llevan a casa. Misión cumplida.