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El primer bólido estadounidense en ganar el International Manufacturers’ GT Championship de la FIA (Federación Internacional del Automóvil) en 1965 y de paso derrotar a la todopoderosa Ferrari nació a partir de unos dibujos hechos en papel de carnicería pegado en el piso de un taller en Venice, California.
Peter Brock, el diseñador de aquel coche, recuerda en entrevista con Tiempo de Relojes las dificultades que él y sus compañeros tuvieron que superar para crear el mítico Shelby Cobra Daytona Coupe del que sólo se fabricaron seis unidades, hoy en día valoradas en millones de dólares.
“Cuando dibujé el auto fui a una tienda de abarrotes, conseguí papel de carnicería, lo adherí al suelo e hice el diseño de la manera más limpia posible”, dice Brock. “Se construyó de la nada, no había dinero para hacerlo, así que tuve que tomar el papel de cualquier lado y terminar el coche en tres meses. Del primer boceto hasta las pruebas de manejo pasaron 90 días. Cuando lo cuento ahora la gente cree que es imposible, pero nosotros lo hicimos”.
Esta leyenda sobre ruedas ha servido de inspiración para el cronógrafo flyback Clifton Club Shelby Cobra que Baume & Mercier lanzó este año en una edición limitada de 196 piezas. La colaboración entre la marca relojera y Shelby Cobra empezó en 2015 y los modelos producidos han tenido gran aceptación.
Brock trabajaba desde 1961 en la School of High Performance Driving del texano Carroll Shelby, uno de los pilotos de carreras más importantes de su país, quien al retirarse de las pistas en 1959 se convirtió en desarrollador de vehículos de competencia como el Mustang Shelby y el Ford GT40, entre otros.
En 1963 Carroll le pidió a Peter que diseñara una nueva carrocería para el chasis del Shelby Cobra 289 roadster. El objetivo era ser más veloces y tener la oportunidad de triunfar en circuitos de resistencia tan exigentes como Le Mans, Daytona, Monza, Sebring y Nürburgring. Y vencer a los Ferrari 250 GTO.
La aventura que siguió “generó un cambio brutal que transformó las carreras”, según Brock. En su paso por General Motors (GM) en los años 50, donde ayudó a trazar las líneas del famoso Corvette Stingray Racer, halló unas traducciones de estudios de aerodinámica automotriz de la década de 1930 realizados por el alemán Wunibald Kamm.
Plasmó esas ideas en una propuesta donde lo más destacado era la parte trasera recortada de forma abrupta para reducir las vibraciones sobre el eje trasero, además del techo plano y bajo, y el frente afilado y curvado.
“Yo sabía que los alemanes de aquella época estaban adelantados a todos no sólo en los autos, sino en muchas cosas: tenían los mejores aeroplanos, los mejores físicos, los mejores químicos…”, afirma. “El problema de las modificaciones que proponían en la parte trasera de los coches es que se veía fea y a nadie le gustaba, porque en ese punto todos los autos tenían grandes colas y líneas bellas y definidas”.
A pesar de las críticas fabricaron el primer Shelby Cobra Daytona Coupe en Venice, al que le siguieron cinco más terminados irónicamente en Modena, Italia.
“Sabía que funcionaría y que sería más rápido que cualquier otro coche”, dice el octogenario diseñador. “La forma cortaba el aire y evitaba que se pegara a la carrocería. El concepto era de los alemanes, pero nosotros hicimos pequeñas modificaciones y empezamos a ganar”.
El nuevo Shelby Cobra aumentó su velocidad máxima de 255 a casi 320 kilómetros por hora, de acuerdo con Brock. Debutó en las 24 horas de Daytona de 1964 sin suerte pues tuvo que abandonar, aunque en esa temporada la escudería Shelby American Cobra se llevó las 24 horas de Le Mans y otras carreras, y quedó en segundo lugar general. Sin embargo, su gran año fue 1965 cuando el equipo de seis autos se impuso en nueve de los 12 eventos de su clase.
“La razón de nuestro éxito fue la forma del coche, ya que el resto era igual a los otros”, asegura Brock. “Es una forma que se sigue usando en los autos modernos. Fue divertido cortar la cola, todos pensaban que era horrible. La única manera de volverlo interesante fue pintarlo mitad azul y mitad blanco”.
Brock trasladó esa estética bicolor a la esfera del Clifton Club Shelby Cobra en cuyo diseño colaboró con Alexandre Peraldi, director artístico de Baume & Mercier.
“Fue un proceso interesante porque siempre había trabajado en cosas muy grandes y esta vez tenía que hacerlo en un espacio muy pequeño”, explica. “Mi contribución fue adaptar el diseño del auto al reloj y ajustar el tamaño de los números y las manecillas. Fue algo muy cooperativo”.
Otros elementos relacionados con la estética del coche son los pulsadores del cronógrafo con la forma de los pedales y el rotor de carga del mecanismo automático que recuerda a las llantas. El segundero del cronógrafo tiene su contrapeso con la forma del logotipo de Cobra.
La escala taquimétrica tiene marcado en rojo la velocidad de 196 millas por hora (313.6 kilómetros por hora), el récord que el coche obtuvo en el circuito de Le Mans en 1964. La caja mide 44 milímetros de diámetro y está hecha de acero y titanio con acabado chorro de arena. Un último detalle que habla del nivel de acabado es el curioso patrón tipo fibra de carbono de la correa de piel de becerro azul.