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“Comprar un reloj de 200 mil dólares cuyos índices estén hechos con la fuente Times New Roman —que es la más común del mundo—, es como ponerte una playera para irte a una gala”, aseguró el diseñador tipográfico Jonathan Hoefler, fundador de Hoefler Type Foundry a The New York Times. Es verdad, y hasta podría ser peor: basta imaginar un magnífico reloj swiss made contando las horas con la infame Comic Sans en su carátula.
No hay que ser diseñador gráfico para saber que eso sería un craso error. Todos estamos, desde que escribimos en una computadora, familiarizados con las fuentes y con sus nombres. Sabemos, de manera intuitiva, cuál usar cuando queremos reforzar un mensaje (o diluirlo) y sabemos reconocer también, aún sin conocer los tecnicismos, cuando una firma ha cometido un acierto o una equivocación terrible. …O no exactamente, cuando menos en el primero de los casos, que la verdad apenas percibimos porque, como dice el informático teórico Donald A. Norman, autor del libro 'Emotional Design', “el buen diseño es invisible”. Eso lo sabe muy bien Phillippe Apeloig, artista y diseñador gráfico francés famoso por colaborar, desde 2012, en el desarrollo de los relojes de la casa Hermès.
Las horas rotas
Pudimos ver el debut de Apeloig en 2015 con el Slim d’Hermès, una pieza clásica y contemporánea en la que los números del dial “se rompen”. Para Apeloig, según contó en una entrevista en 2017, esas interrupciones causan una “impresión metafísica”. Compara ese diseño con la vida misma en la que algunas líneas “no están destinadas a estar juntas”. Su lenguaje es poético como el de la maison. “Las interrupciones [en el Slim] son un silencio impuesto, una parada que continua con la vuelta a correr del tiempo; son pequeñas rupturas que demuestran una imperfección magistral”. Lo dice él, pero lo saben todos los que aman los relojes: esa fuente frágil y “rota” no debilita ni un segundo la imagen del reloj; por el contrario, hizo que el diseño del Slim fuera más fuerte. Le dio identidad.
La atemporalidad ante todo
Quien también hizo una marca de su tipografía es Breguet, que aún despliega los distintivos numerales que Abraham-Louis Breguet diseñó antes de la Revolución Francesa. No era un caligrafista ni mucho menos, pero logró traducir en trazos la misma funcionalidad y elegancia de sus relojes. Ha sido un diseño tan eficaz que, desde 1790 que consiguió su forma definitiva, sigue vigente para el ojo contemporáneo, lo que ha hecho que otras marcas no duden en usar dicha fuente en sus índices.
En ocasiones, Breguet también usa números romanos, pero quizá ahí la maestría le pertenezca a Cartier, donde tienen un look totalmente 'art déco' y, por lo tanto, la decadencia exquisita del lujo ostentoso. Son números fuertes, gruesos, reconocibles de inmediato en el icónico Tank.
Pasado y futuro
Hay, como quizá en todas las marcas de lujo italianas, una combinación importante entre lo antiguo y lo nuevo. Los números utilizados por Panerai desde los años 30, aproximadamente, son modernos aún: la que reconocemos en los Radiomir y los Luminor, se trata de una tipografía bold sans-serif, que no tiene “colas”. Pero los bucles en el 6 y el 9 agregan un aire vintage. Y aunque hay modelos en los que estas curvaturas extra no fueron requeridas, al pensar en Panerai es más fácil evocar ese estilo que no revela una época específica, aunque de últimas su hechura requiera técnicas como el láser y la impresión 3D.
Si hubiera que elegir algo “similar” al espíritu de Panerai, quizá Bell & Ross sería una buena respuesta. Y eso es porque la fuente está basada en una serif (Copperplate) y una sans-serif (Isonorm). Bruno Belamich, cofundador y director creativo de esta firma nacida en los años 90, parece pensar en los numerales de la misma manera en la que pensó en “lo genérico y universal” de la fuente Franklin, que utilizan en su logotipo. Las tres inspiraciones se desarrollaron en diferentes momentos del siglo XX y —gracias a su facilidad de lectura y a la universalidad mencionada por Belamich— siguen uniendo a pilotos, buzos, astronautas y hasta especialistas en desactivación de minas aún entrada la tercera década del siglo XXI. ¿El secreto? Recordar, como dice el diseñador neoyorkino Steven Heller, que “las diferentes fuentes tipográficas son a la escritura lo que los dialectos son a los lenguajes”.