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Es extremadamente difícil recobrar en su plenitud, tras siglos de historia y evolución, la mirada primordial que pudo vislumbrar los principios rectores y valores de una casa relojera. Reinterpretar el pasado es un ejercicio creativo complejo que suele incidir en los valores tradicionales de un sello. Pero la inevitable mirada nostálgica, en el fondo, traduce el diálogo con el pasado en un ejercicio de veneración melancólica que diluye su energía al traerlo al presente. El escenario ya cambió y se vive con otro pulso. A nuestro juicio, gran parte de la crisis que sufre la alta relojería se debe a este atavismo disfuncional que sufre Suiza. Ante jóvenes generaciones cada vez más pragmáticas, el gremio relojero pregona a gritos méritos y beneficios de un producto con el aura de otra época ante una audiencia que no entiende este lenguaje, y lo peor es que no parece tener mayor interés en ello.
Ante esta situación generalizada, se puede entender mejor el éxito de Audemars Piguet. La inauguración del Museo Taller es una respuesta ejemplar ante crisis económica, pandemias y dispersión paranoica de ferias. El reloj muere si se convierte en exvoto del pasado. Pero en este espacio, las piezas viven con el revelador aliento de una ofrenda entregada al futuro. Audemars Piguet encontró su narrativa porque se buscó a sí misma. Y su apuesta por el arte contemporáneo desde 2012 es la clave. Con la fuerza expresiva de una “opera prima”, este verano se inaugura una obra maestra de la arquitectura que abre una inspiradora escenografía donde el savoir-faire permite viajar al corazón de los guardatiempos.
En el moderno edificio creado por BIG (Bjarke Ingels Group), destaca el pabellón de vidrio en espiral junto al edificio más antiguo de la compañía, donde Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet comenzaron su atelier sobre 1875. “Queríamos brindar a los visitantes la oportunidad de experimentar nuestro patrimonio en términos de legado, saber hacer, orígenes culturales y apertura al mundo, y hacerlo en una edificación que reflejara a la vez las raíces históricas y la actitud vanguardista de la compañía”, explica Jasmine Audemars, presidenta del consejo de administración de la firma suiza. “Pero ante todo, deseábamos rendir un tributo a los relojeros y artesanos que, generación tras generación, han hecho posible lo que hoy es Audemars Piguet”. Y para vivir la experiencia inmersiva como baño sagrado en su total integridad, el nuevo Museo Taller ofrece la exposición en clave musical con interludios en forma de esculturas, autómatas, instalaciones cinéticas y movimientos mecánicos que plasman el espíritu técnico de este sello visionario. Un trabajo de la casa alemana Atelier Brückner. Un viaje a través de la espiral que conduce hasta el centro, donde se exponen las piezas históricas más importantes, como el Universelle (1899), la pieza de bolsillo más complicada producida en Le Brassus.
“Es un lugar único de descubrimiento, aprendizaje y cordialidad en el que los conocimientos y las competencias técnicas se transmiten a la siguiente generación”, comenta Sébastian Vivas, director de patrimonio y museo. “La complejidad técnica de su arquitectura y escenografía lo vinculan al movimiento enormemente complejo de un reloj de gran complicación”. Legado arraigado a Le Brassus como un viejo relojero al Vallée de Joux, pero impulsado por el poder transformador de un ejercicio estético donde las artes encuentran continuidad natural tras la mano artesanal. Un templo cuyas vitrinas exhiben más de 300 relojes. Desde las complicaciones astronómicas, sonerías y primeros cronógrafos hasta concluir con una generosa colección de Royal Oak con las familias Offshore y Concept. También en el núcleo de la espiral se encuentran los talleres especializados de Grandes Complicaciones y Alta Joyería, donde conviven los maestros relojeros con los joyeros, engastadores y grabadores.
El espacio está conceptualizado como una singladura completa a lo largo y ancho de la cosmovisión de Audemars Piguet justamente en el sentido de las agujas del reloj, antes de moverse en dirección opuesta siguiendo la espiral para recorrer el edificio. Ingeniería y diseño que convergen con el vidrio, la cubierta de acero y una malla de latón que regula luz y temperatura. Una ventana abierta al valle que unifica en total sintonía el magisterio artesanal. Una cubierta verde que absorbe el agua contribuye a cerrar la sinergia con el medio. CCHE es la empresa que ha intervenido el desarrollo del estudio de arquitectura BIG. “La relojería, como la arquitectura, es el arte y la ciencia de infundir a los metales y minerales energía, movimiento, inteligencia y medida con objeto de darles vida en forma de indicación de la hora”, asegura Bjarke Ingels, fundador y director creativo de BIG.
Como última renovación, también la casa histórica ha recuperado su imagen original gracias a una intervención en el diseño y la construcción. La madera cobra protagonismo en el taller de Restauración y todo el mobiliario y los propios bancos de los relojeros han sido recreados por artesanos locales. Los visitantes, además, podrán entrar en el sótano abovedado de la casa histórica. El nuevo edificio será asimismo un espacio artístico de exposición. Tres obras de Dan Holdsworth, Quayola y Alexandre Joly comparten espacio en la inauguración del Museo Taller. El universo geográfico, cultural y técnico de la manufactura se abre a la reflexión artística y revela el secreto del tiempo de la Gran Dama de Le Brassus. Dos siglos de historia que se reconstruyen bajo una mirada prístina y poderosa en eterno retorno. El juego de reflejos sin fin entre pasado, presente y futuro que, sin agotarlo, renueva el tiempo con los inocentes ojos creadores de un niño.
[Re]master01, una reedición para celebrar el museo
Un reloj histórico para celebrar la inauguración. Lo han bautizado [Re]master01 y satisface con la mirada el paladar por su esfera dorada que recuerda al champán. Un brindis para festejar la inauguración del Museo Taller con el poso de un buen reserva que se remonta a los cronógrafos clásicos que fabricó Audemars Piguet entre 1930 y 1950. Un nuevo ejercicio de reinterpretación histórica entre tradición y vanguardia que recupera un flyback de 1943. Como el modelo original, presenta el logotipo “Audemars Piguet & Co. Genève”. Desde finales del XIX hasta la década de 1970, la firma tuvo un taller en Ginebra para dar servicio más allá de los inviernos imposibles en Le Brassus. Un detalle histórico es que esta firma en la esfera con la mención expresa de la ciudad de Ginebra comenzó a aparecer en sus piezas en los años veinte y treinta del siglo pasado.
La firma ha tratado de ser fiel al guardatiempo original con la caja de acero y asas en forma de lágrima resaltada por bisel, corona y pulsadores de oro rosa. Hay una ligera pincelada de color con las agujas azules del crono. Monta el calibre de manufactura 4409 automático, que late a 28,800 alt/h y aporta una reserva de marcha mínima de 70 horas. Se lanzan solo 500 piezas de este cronógrafo de pulsera histórico. Llega con pulsera de piel de becerro marrón cosida a mano y una correa adicional de aligátor también marrón. Hay una ligera pincelada de color con las agujas azules del crono. Y la masa oscilante está fabricada en oro rosa decorada con motivo “Clous de Paris”.
EL MUSEO EN CIFRAS
Superficie del pabellón: 2,500 m2
Exposición: 900 m2
Paneles de vidrio estructural: 108
Grosor del vidrio estructural: 12 cm
Peso de carga soportado por el vidrio: 470 toneladas aproximadamente
Apertura al público: verano de 2020
Reservas: www.museeatelier-audemarspiguet.com