Más Información
Negarse a armar el árbol de Navidad o a participar de las fiestas no es necesariamente un signo de 'odio a la Navidad', sino muchas veces una reacción emocional comprensible ante un fin de año cargado de presiones. Psicólogos citados explican que, para muchas personas, diciembre no se vive como un tiempo de descanso, sino como una suma de balances, compromisos y exigencias familiares que pueden resultar abrumadoras.
Desde la psicología se remarca que elegir no celebrar, o hacerlo de manera mínima, no convierte a nadie en 'Grinch', ni en una persona negativa. Al contrario, puede ser una forma madura de escuchar las propias necesidades. Respetar ese límite puede ayudar a mantener la estabilidad emocional, reducir el estrés y evitar actuar 'en automático' solo para cumplir con el mandato social de la alegría navideña.
Leer también: Fatboy Slim lanza su épico mashup junto a The Rolling Stones y videoclip animado con IA causa furor

¿Qué hacer cuando alguien no desea celebrar Navidad?
Los expertos recomiendan que el entorno cercano no juzgue ni presione a quien decide correrse de las fiestas. En lugar de insistir con invitaciones o críticas, proponen ofrecer alternativas más tranquilas: reuniones pequeñas, planes menos ruidosos o, simplemente, aceptar que esa persona necesita un diciembre más silencioso. Validar estas decisiones favorece relaciones más empáticas y menos guiadas por lo que “se supone” que hay que hacer.
Sin embargo, es importante observar la intensidad y la duración de este rechazo. Si la falta de interés por celebrar se extiende más allá de las fiestas, se combina con aislamiento, problemas de sueño, irritabilidad o una tristeza persistente, podría ser una señal de depresión o ansiedad que va más allá de un simple 'no quiero Navidad'. En esos casos, recomiendan considerar la ayuda profesional.
Buscar acompañamiento terapéutico permite revisar qué experiencias, duelos o conflictos están influyendo en ese rechazo a las fiestas y ofrece herramientas para atravesar el cierre de año sin culpa ni autoexigencias extremas. El objetivo no es obligar a la persona a 'disfrutar de la Navidad', sino ayudarla a encontrar una forma de transitarla que no la lastime.

Negarse a armar el árbol o a celebrar no es automáticamente un problema, sino un mensaje sobre el estado emocional de cada uno. Puede ser una decisión sana si responde a la necesidad de descansar y bajar el ritmo. El punto de alerta aparece cuando el desinterés se vuelve generalizado y sostenido en el tiempo, afectando otras áreas de la vida.
Reconocer cómo nos sentimos realmente en diciembre, validar el propio cansancio y pedir ayuda si el malestar se profundiza son claves para vivir las fiestas de manera más honesta. Celebrar distinto, con menos ruido o incluso no celebrar, puede ser una forma legítima de cuidado personal cuando la prioridad es la salud mental.
*El Grupo de Diarios América (GDA), al cual pertenece EL UNIVERSAL es una red de medios líderes fundada en 1991, que promueve los valores democráticos, la prensa independiente y la libertad de expresión en América Latina a través del periodismo de calidad para nuestras audiencias.
Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Noticias según tus intereses
[Publicidad]
[Publicidad]











