“Un lugar seguro”, así describe Maciel, de 63 años, a Pintando Arcoíris, un grupo conformado por personas de la tercera edad de la comunidad LGBTQ+ donde sus integrantes intercambian vivencias, rutinas, dolores y, sobre todo, hacen frente a la soledad.
“No contamos con familia, tenemos casos excepcionales, de familias amorosas que sí aceptaron a sus hijos, que eran parte de la diversidad y los acogieron, pero la mayor parte no tuvimos esa suerte, te conviertes en una persona adulta mayor y te quedas sola”, explica Korina Corona, una mujer transexual de 61 años encargada de coordinar las actividades del grupo.
Corona retomó la iniciativa de Vida Alegre, una Casa de Día para personas mayores de la diversidad sexual que fue clausurada en 2022. Pese al cierre, Korina ha tomado el liderazgo para seguir atendiendo a las personas que frecuentaban el lugar.

Pintando Arcoíris ofrece diversas actividades, desde talleres autobiográficos hasta orientación de fisioterapia y atención a la salud mental. Las fallas cognitivas y padecimientos como ansiedad y depresión suelen aparecen en una edad avanzada, por lo que el grupo enseña maniobras de respiración para atender posibles crisis.
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Salir de un clóset para entrar a otro
Korina recuerda lo complicada que fue para ella descubrir quién era, pues en sus tiempos todavía no se escuchaba el término ´trans´. En cambio, los titulares de los medios de comunicación estaban plagados de descalificaciones contra personas como ella. “Empecé a ver esto de ‘los mujercitos’, ´fiestas de depravados´. Lo que más se me grabó fue: ‘Nacieron hombres, pero se creen mujeres’”, recuerda.
Huyó de su casa a los 15 años, enfrentando prejuicios y precariedad. A los 19 años supo quién era. Un amigo la llevó a “El Famoso 41”, un antro gay en la colonia Juárez, donde sonaba música disco y high energy, “Entro a ese lugar y yo dije: ´wow, qué maravilla’. Así fue como descubrí mi parte femenina”, describe.

Sin embargo, la mujer tuvo que atravesar diversos duelos, como perder amistades a causa del VIH y transfeminicidios que quedaron impunes y olvidados. Todo mientras lidiaba con las prohibiciones y juicios de su familia, por lo que decidió recluirse en otro “clóset”: el de los hombres gay que en realidad querían cambiar de género.
“Yo salgo de un closet y me meten al otro. No existían los términos de ‘persona trans’, ni mucho menos transexual. Éramos ‘afeminados’, ‘invertidos’...”, señala.
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Sus vivencias la llevaron al activismo, participando en marchas pioneras que lograron el reconocimiento de derechos de personas de la comunidad LGBTQ+. Korina recuerda la violencia y el peligro de aquellos días en que la comunidad fue gaseada y golpeada, movilizaciones lideradas por activistas que ahora les toca ver de lejos los frutos de su lucha.
“Para que se consiguieran los privilegios que la comunidad tiene ahorita, tuvimos que pasar nosotras, nosotros, nosotres. Se llenaron calles de sangre, consignas, panfletos y mantas. No era la fiesta tan maravillosa que ahora es casi como un carnaval”, asevera.

Piden espacios para personas mayores
Rubén tiene 75 años y llegó a Vida Alegre cuando padecía ansiedad y depresión. Para él, la soledad es algo con que ha vivido desde los 80, cuando decidió salir de su casa.
Siendo un hombre introvertido, no frecuentaba bares, ni otros espacios populares entre hombres gay, por lo que no estableció demasiadas amistades. Además, se alejó de su familia, pese a nunca abrirse respecto a su orientación sexual.
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“Hasta la fecha yo nunca me abrí en la familia. Mi pareja llegó a estar en mi casa, pero yo nunca lo presenté como tal ni les dije que soy gay”, cuenta.
Rubén desea que haya más lugares seguros para la vejez diversa, ya que actualmente los espacios LGTBQ+ están más focalizados en la juventud o en otros sectores de la comunidad. Enfatiza que hay muchas personas en su situación y que sólo desean tener un espacio para tomar un café y compartir sus dolencias: “Somos muchos, así como yo, que no hemos salido del (clóset). Hay gente de mi edad que todavía está sometida con los suyos por el qué dirán”.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Diversidad Sexual y de Género del INEGI, realizada en 2021, el número de personas en México que se identifica como parte de la comunidad LGBTQ+ es de aproximadamente 5 millones. De esa población, sólo el 0.9% tiene 60 años o más. La cifra podría ser más alta debido a casos como el de Rubén.
El derecho a envejecer con dignidad
Para Korina es muy importante que la sociedad voltee a ver las personas mayores diversas, a las que considera invisibilizadas pese a los años de lucha y múltiples violaciones a sus derechos humanos.
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Su siguiente paso es registrar a Pintando Arcoíris como una asociación civil para recibir donaciones y crear una nueva Casa de Día con consultorios médicos especializados, pues una buena parte del grupo no cuenta con pensiones ni ahorros, ya que la discriminación laboral de su época les impidió acceder a un trabajo formal.
Por su parte, Rubén pide vida para lograr ver la transformación de la organización que le abrió los brazos. “Ojalá que Dios me permita ya a mi edad que logremos ese objetivo (...) para nosotros la gente mayor que de veras a veces es muy olvidada”, concluye.