El pasado 4 de febrero, la ONU anunció la activación del Protocolo de Seguridad Planetaria ante la aproximación del asteroide 2024 YR4. Con un diámetro estimado de entre 40 y 100 metros, este objeto celeste ha sido clasificado con un nivel 3 en la Escala de Riesgo de Impacto de Turín, lo que indica que, aunque no representa una amenaza inminente, requiere monitoreo constante.
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El asteroide fue descubierto en diciembre de 2024 y, según las proyecciones de la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA), tiene un 1,5% de probabilidad de colisión con la Tierra el 22 de diciembre de 2032. Aunque la posibilidad sigue siendo baja, la comunidad científica ha puesto en marcha medidas para estudiar su trayectoria y determinar si es necesario intervenir.
Medidas de seguridad y estrategias de mitigación
Para responder a este potencial peligro, la ONU ha activado la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y el Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG), ambos coordinados por la NASA y la ESA. Estos organismos están evaluando diversas estrategias para desviar la trayectoria del asteroide en caso de que los cálculos futuros confirmen un mayor riesgo de impacto.
Entre las opciones en estudio se encuentra el uso de una nave espacial para alterar el curso del asteroide, un método que ya se probó con éxito en la misión DART en 2022. Asimismo, los astrónomos continúan monitoreando la órbita del 2024 YR4 para recopilar datos más precisos antes de que se aleje de la Tierra y se vuelva difícil de observar a partir de abril de 2025.
Zonas en riesgo y escenarios posibles
Las proyecciones iniciales han descartado a Europa como una zona de impacto probable. Sin embargo, cinco regiones del planeta podrían verse afectadas en caso de colisión: el este del océano Pacífico, el norte de Sudamérica, el océano Atlántico, África y el sur de Asia. Se espera que para 2028, cuando el asteroide pase a una distancia de 8 millones de kilómetros de la Tierra, se pueda hacer una evaluación más precisa de su trayectoria.
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Si el impacto llegara a producirse, la energía liberada sería comparable a la explosión de una bomba nuclear, similar al evento de Tunguska en 1908. No obstante, los científicos consideran que el escenario más probable en caso de colisión sería un impacto en el océano o en una zona deshabitada, minimizando los posibles daños.
A pesar del revuelo que ha generado la activación del protocolo, Juan Luis Cano, coordinador de la Oficina de Defensa Planetaria de la NASA, ha enfatizado que no hay motivo para la alarma: "No hay que preocuparse, pero estamos tomando todas las medidas necesarias para evaluar y mitigar cualquier riesgo".
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