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Adela Micha, una auténtica guerrera y digna representante del periodismo que ejercen nuestras valientes e inteligentes mujeres en todo el país. Mexicana hasta las "cachas", como ella misma se autodefine. Con enorme esfuerzo, talento y dedicación, se ha hecho merecedora del reconocimiento, la admiración y el respeto de varias generaciones, respaldada, claro está, por su fino y excelso trabajo como conductora de noticieros de radio y televisión, así como por sus formidables entrevistas a una amplia gama de grandes personalidades a nivel mundial, ya sean jefes de Estado, políticos, figuras del espectáculo, escritores, intelectuales, empresarios, deportistas y muchos más.
Para este reportero, A lo Mero Macho, es un honor que me haya concedido una entrevista exclusiva para El UNIVERSAL. Por primera vez, como ella misma lo subraya, comparte interesantes anécdotas de su vida privada, abarcando desde su infancia y adolescencia hasta su trayectoria en los medios de comunicación, revelaciones que nunca antes había hecho en una entrevista. Un verdadero viaje a su conciencia que sorprende por su desbordado optimismo al celebrar sus primeros 40 años de ininterrumpida actividad periodística.
“Dicen que soy muy malhablada, pero no grosera; simple y sencillamente hablo el mismo lenguaje de toda mi gente en este maravilloso país llamado México. Así que me importa una chingada lo que digan de mí… ja, ja, ja”, expresó en esta segunda parte de la amena, interesante y hasta divertida conversación con El Universal, la también productora y directora general de programas de radio, televisión abierta y YouTube.
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En 2016, tras su salida de Televisa —empresa en la que colaboró durante poco más de 36 años—, impulsada por su resiliencia y con la convicción de que “después de Televisa, la vida no se acaba”, decidió incursionar en medios digitales y fundó La Saga by Adela Micha, donde entrevista a diversos personajes a través de Saga Live, transmitido en YouTube y Facebook.
Por si fuera poco, de manera simultánea, colabora también para El Financiero Bloomberg en el espacio denominado En EF y por Adela.
Para ella no existen los imposibles: comienza a conducir su programa de radio Me lo dijo Adela en El Heraldo Radio y, debido al éxito obtenido, el formato se transforma en un programa de televisión. A punto de cumplir 62 años, sorprende por su vitalidad y dinamismo; además, contagia con su excelente sentido del humor. Amable en su trato, es una mujer sumamente inteligente, preparada y culta, dueña de una memoria prodigiosa.
“Soy una tirana… pero conmigo misma”
—¿Por qué existe esa imagen de que Adela Micha tiene un carácter de los mil demonios? —Ja, ja, ja… ¿Quién dice que soy una hija de la chingada? Ja, ja, ja…
—No te enojes conmigo, solo te transmito lo que se dice en la calle. Dicen que eres muy enojona… —¡Enojona sí! Mira, mi querido Edmundo, soy sumamente exigente con mis cosas, pero sobre todo, soy terriblemente exigente conmigo misma… ¡No me enojo contigo, ni me digas eso!
—¿Exigente o perfeccionista? —Soy una auténtica tirana conmigo misma, pero una tirana muy cabrona. Me exijo demasiado, pero también le exijo mucho a la gente que trabaja conmigo.
—No lo dije para incomodarte… —¡Ni te preocupes! Sé que hablas con franqueza, y eso me lo dicen a cada rato, ya hasta me acostumbré. Pero déjame decirte algo…
—¡Venga! —Más que tener mal carácter… “Dicen que soy muy malhablada, pero no grosera; simple y sencillamente hablo el mismo lenguaje de toda mi gente en este maravilloso país llamado México. Así que me importa una chingada lo que digan de mí… ja, ja, ja”.
—Malhablada pero no grosera, que son cosas distintas… —¡Eso es! ¡Carajo!, es una delicia tener una conversación tan chingona contigo, ja, ja, ja.
—¡Uf! Yo pensaba que me ibas a mandar muy lejos… —¿Mandarte a la chingada? ¡Nooo, mi querido Edmundo! Eres a toda madre. No sabes cómo disfruté la entrevista tan chingona que le hiciste a Ciro Gómez Leyva; eres el único que le preguntó sobre su vida privada. Vamos… ¡ni yo misma lo hice! Me enfoqué en el atentado del que fue objeto. Pero tú, ¡mis respetos! El mismo Ciro lo reconoció al aire en su programa.
—Dicen que cuando uno grita, libera el estrés… —También soy muy gritona, aunque ya se me ha ido quitando poco a poco. Como que la edad te va templando.
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“Detestaba irme de pinta”
—A lo Mero Macho… ¿Cómo te cae Adela Micha? —¡No me chingues! ¿Machetazo a caballo de espadas? La verdad, soy una persona muy generosa en todos los sentidos.
—Oye, volviendo a esa maravillosa época de la prepa… ¿Las idas de pinta se multiplicaron? —¡No! Fíjate que ya no…
—¿Y eso? —Al contrario, aunque no me lo creas, detestaba irme de pinta porque me la pasaba de maravilla en la prepa. Renegaba cuando mis compañeros me decían que nos fuéramos, es más, hasta me escondía para echarme mis cigarritos libremente en el jardín, sin que me estuvieran presionando.
—¿A qué edad empezaste a fumar? —Creo que a los 13 o 14 años.
—¿Cuáles eran tus cigarros preferidos? —Para lo que me alcanzaba, no me podía poner exigente. De las marcas que me acuerdo estaban los Baronet, Fiesta y Raleigh, que eran los que fumaba mi papá. Pero cuando la patria andaba muy jodida, hasta le metía a los Delicados y Faros. Me gustaban los cigarros fuertes.
—¿Por qué tanto amor por la prepa? —Me sentía completamente satisfecha, me pasaba horas en la oficina del director y me prestaba libros. Sus conversaciones eran muy agradables, como esta.
—¿Y tu primera chela? —No, fíjate que no le metía mucho a la chela, quizás en alguna tardeada o fiesta de mis compañeros.
—¿No te gustaba el trago? —No es que fuera santurrona, quizás en alguna fiesta una o dos cubas y ya.
—¿Ya empezabas a salir con chavos? —¡Claro! Pero eran noviecitos de debut y despedida.
—¿Cuál fue el primer escuincle que te llamó la atención? —Creo que desde la secundaria… Mmm, tus preguntas a quemarropa… no me acuerdo muy bien.
—¿Qué tenía ese chamaco de especial para atraparte?
—¿Al menos era guapo e inteligente? —Mi querido Mundo, si lo calificó hoy… ¡No tenía absolutamente nada! ¿Guapo? ¡Ja, ja, ja! Ni siquiera eso.
—¿Fuiste muy noviera? —No, fíjate que no. Aunque me invitaban a muchas fiestas y tenía amigos, nunca me interesaron los compromisos.
—¿Y qué tal las discotecas? —Casi no iba, pero recuerdo la célebre Skyros, El Quetzal, Bandasha…
—¿Y el cine? —¡Eso sí! Era una cinéfila empedernida de la Cineteca Nacional. Me fascinaba comprar mis bonos para la Muestra Internacional de Cine. Ir a la Cineteca era el mejor plan, una oportunidad para admirar el trabajo de grandes directores.
—¿Cómo cierras tu etapa de la prepa? —Puedo decirte que me divertí muchísimo. Aprendí a manejar y me sentía completamente independiente.
—¿Cuál fue tu materia “coco”? —¡Química! El profesor Ramiro era durísimo, nos decía: “conmigo no pasa nadie”, ¡y era cierto! Fue un reprobadero total. Tuve que aprobar con examen extraordinario.
—¿Te dolió reprobar? —No, porque en el extraordinario saqué diez.
—¿Cómo conservas esa memoria prodigiosa? —¡No, Edmundo! Mi memoria ya no es tan buena… ¿Qué día es hoy? ¡Ja, ja, ja!
—¿No exageras? —Conozco gente con una memoria increíble, pero a mí ya se me van nombres y fechas… ¿No te pasa también?
—A veces…
—Voy a aumentar mis dosis de magnesio, porque últimamente olvido cosas. Me acuerdo de mi mamá llamándonos a mis hermanos y a mí: “Elías, René, Adela…”, ¡pasaba lista hasta dar con el nombre correcto! Ahora me pasa igual con mi equipo de trabajo.
—Eres muy disciplinada, eso te ayuda… —¡Exacto! Me sorprendo de la disciplina que tengo conmigo misma. Puedo estar enferma, pero no dejo de trabajar.
—¿Cómo va tu problema de espalda? —Mal. Los dolores son terribles…
—¿Te quiebras, pero no te doblas? —Eso mero. Me ha quebrado, pero no me ha doblado.
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La confianza, su mayor fortaleza y su mayor reto
—¿Adela Micha tiene que ser ingenua para ser frívola? (Se queda en silencio, medita la respuesta y toma aire). —No, mi querido Mundo. No me considero una persona frívola.
—No quise incomodarte… —Para nada. Ni me ofende ni me incomoda la pregunta. No soy frívola ni ingenua, pero sí…
—¿Demasiado confiada? —¡Exacto! Confío demasiado en la gente. Siempre parto de la idea de que todos son buenos.
—¿Ese exceso de confianza se rompe? —¡Por supuesto! Me he llevado golpes duros, pero decidí que no voy a cambiar por eso. No voy a dejar de confiar porque alguien traicionó mi confianza.
—¿Duelen esos descalabros? —¡Vaya que sí!
Una vida de retos: de la prepa a Israel
—Llegamos a tu ingreso a la Universidad del Nuevo Mundo… —Para entonces, ya tenía mi primer cochecito, un Renault color vino, para que me entiendas… ¡color MORENA! ¡Ja, ja, ja!
—¿Cómo llegaste ahí? —Entré por pase directo, pero antes de la universidad me fui un año a Israel.
—¿Por qué Israel? —Muchos de mis amigos se fueron a estudiar a Suiza o París, pero yo no tenía dinero para eso. Se me ocurrió irme a un Kibutz.
—¿Cómo lo lograste? —Hice una “venta de garage” en el estacionamiento de mi casa. Mi mamá me preguntaba por sus suéteres viejitos y yo solo le decía: “Ya los vendí”. Vendí hasta lo que no, pero con eso junté para mi boleto de avión.
—Eres una auténtica guerrera del periodismo… —Más bien, siempre he sido resiliente. Los obstáculos están para superarlos, no para quedarte anclado. Nunca me ha gustado rendirme.
—¿En tu mente no existe el "no puedo"? —¡Exacto! Odio la palabra “no”. Dejo la piel en lo que me propongo.
—Pero tampoco se trata de morir en el intento… —Intento todo con mente positiva. Si algo no sale, lo intento otra vez. La vida no siempre te da resultados inmediatos, pero hay que insistir.
—Cuéntame de tu viaje a Israel… —Fue maravilloso. Aprendí de todo: ordeñar vacas, cortar manzanas, lavar ollas gigantes… ¡y hasta hebreo!
—¿Extrañabas a tu familia? —¡Uf, muchísimo! Siempre fui muy cercana a mi mamá y mis hermanos, pero también me divertí mucho.
—¿Adela Micha sabe llorar? —Muchísimo. Lloro a diario.
—¿Qué te hace llorar? —Las injusticias del país. Pero curiosamente, ese llanto me cura el alma.
—¿Una catarsis o exorcismo? —Exactamente. Llorar me libera. Soy demasiado sensible.
—¿Cuánto tiempo estuviste en Israel? —Me fui en junio, justo terminando la escuela.
—¿Dónde viviste? —En un Kibutz. Lo mejor fue que mis amigos, los que se habían ido a estudiar a París, fueron a visitarme. Llegaron guapísimos con sus gabardinas…
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-¿Y tu vestimenta cómo era? -¡Uta! Un pinche saco viejo que parecía haber sido usado por los militares de la Segunda Guerra Mundial, los famosos “dubonnes” color verde militar. Mi pelo estaba todo quemado por el sol…
-¿Qué pensaste en ese momento? -¡Qué demonios hacía yo ahí! Mis amigos insistían en que me fuera con ellos. Permanecieron unos cuantos días conmigo y luego regresaron a los lugares donde estudiaban.
-¿Cómo era un día de tu vida en esos kibutz? -En las noches me escapaba del kibutz y me iba a trabajar en un bar, en un pueblito cercano llamado Afula.
-¿Qué hacías con el dinero que te pagaban en el bar? -Lo ahorraba, y cuando tuve lo suficiente, alcancé a mis amigos en París, donde permanecí cinco meses. Curiosamente, París se convirtió en mi centro de operaciones porque me dediqué a conocer gran parte de Europa. Mi mamá me dio una “manita”… ¡Ay, mi querido Edmundo! Qué historias me estás haciendo recordar…
-Tú, cuéntame… -Un día, una muy querida amiga, que es una destacada escritora, Beatriz Rivas, y que también fue mi compañera de generación en la Universidad del Nuevo Mundo (de donde egresaron personas muy brillantes), me llamó por teléfono. Beatriz vivía en París porque estudiaba en la prestigiada Universidad de la Sorbona. Me dejó un mensaje con el encargado del edificio donde yo rentaba un diminuto cuartito (no recuerdo cuánto pagaba, pero lo pinté a mi gusto y lo puse “mono”). El mensaje decía: “Mañana me voy a España y me van a dar un aventón. Si te quieres venir conmigo, te veo en la fuente de Saint-Michel, donde siempre nos reuníamos, a las doce del día”.
-¿Cuál fue tu reacción? -No lo pensé ni un minuto más. ¡Claro que me voy! Empaqué rápidamente dos o tres pendejadas de ropa que tenía.
-¿Quién era la persona que les estaba dando el aventón de París a Madrid? -Era el cónsul de España en París, amigo de Beatriz. Durante todo el viaje me iba peleando con el viejito.
-¿Y eso? -Resulta que el viejito solo quería escuchar a Julio Iglesias todo el viaje. Para mis pulgas, eso me desesperaba. Le decía a mi amiga: “¡Bacha, ya chole con el tal Julio Iglesias!”. Beatriz iba en el asiento del copiloto, pero el viejito tampoco me permitía fumar dentro del coche. Total, le digo: “Si no me deja fumar dentro de su coche y además ya me tiene hasta la madre su Julio Iglesias, párese un momento en lo que me fumo mi cigarro y dejo de escuchar a su ídolo”.
-Dicen que ver a La Micha enojada… ¡ni te le pongas enfrente! -Ja, ja, ja. Llegamos a la frontera de Francia con España y nos piden nuestros pasaportes…
-¿Tenías todo en regla, no? -Por las prisas, se me olvidó el pasaporte en el cuartito que rentaba. Cuando le dije eso a Beatriz, su rostro se puso completamente pálido. ¡Uff! Me puso una santa regañada; me dijo que no era posible que se me hubiera olvidado el pasaporte.
-¿Pero qué hiciste? -Ahí me salió la “casta”: me le pongo al brinco al viejito y le digo: “Usted tiene pasaporte diplomático, así que va a hacer que me dejen pasar sin ningún problema”. Me quiso regañar, pero como soy yo… ¡Uta!
-Vaya que es una superanécdota… -Total, logró que me dejaran pasar sin ningún problema. Al mismo tiempo, dentro de mí, me hacía mil preguntas: “¿Cómo chingados le voy a hacer para que me dejen entrar de regreso a París?”. Nos reímos muchísimo la Bacha y yo.
-¿Qué hiciste para que te dejaran entrar de nuevo a París? -¡Tonta no soy! Se me ocurrió ir al Consulado de México. Les dije que me habían asaltado, que me habían quitado el dinero y el pasaporte. La verdad, me llenaba de vergüenza decir que, en realidad, había sido una pendeja que lo había dejado olvidado…
-¿Desde el consulado avisaron a tu familia en México? -No sabes el escándalo que se armó. Las cosas se complicaron porque Beatriz me dijo que tenía que regresar rápido porque tenía un examen en la Sorbona. Así que fui a ver al cónsul para presionarlo, y me dijo: “Mira, niña, ya le voy a dar su pasaporte, pero tengo una carta para usted”. No sabes el revuelo que había provocado. Avisaron de inmediato a mis papás de lo sucedido, que me habían asaltado y que estaban súper preocupados por mí… ¡Cuando, en realidad, todo fue una ocurrencia mía!
-¿Tus papás supieron la verdad? -¡No! Y hasta estuvo poca madre para mí porque me mandaron una “lanita” que no esperaba y que me cayó de perlas. Pero en la parte final de la carta estipulaban claramente que tenía que regresar de inmediato a México, casi deportada.
-¿Qué sucedió cuando por fin pudiste hablar con tus papás? -Les dije que sentía mucho haberlos preocupado, pero que mi boleto de avión se vencía hasta tres meses después, así que no podía regresarme de inmediato, como ellos habían solicitado al Consulado de México. Dicho y hecho: me esperé hasta que se venciera el plazo del boleto.
-Me imagino que tu etapa universitaria también fue muy divertida… -¡Pues sí, brujo! Muy divertida, pero comencé a trabajar en los noticieros de Televisa cuando apenas cursaba el tercer semestre de la carrera. Por lo mismo, iba muy poco a la universidad: solo a clases y de regreso a Televisa.
-¿A qué hora ibas a la universidad? -Mi horario era de tarde-noche. Mis clases comenzaban a las 4 de la tarde y salía a las 10 de la noche.
-Un poco complicado, ¿verdad? -Es que en la vida nada, pero nada es gratis. Luego, en Televisa, me asignaron la titularidad del noticiero “6 en Punto”, que comenzó a transmitirse un 7 de enero y concluyó el 19 de septiembre por el terremoto del 85.
-¿Y luego? -Comencé a reportear para 24 HORAS de Jacobo Zabludovsky.
-¿Qué sentías al trabajar con Zabludovsky? -Una gran y estupenda experiencia… ¡Era padrísimo trabajar con Jacobo!
-Fue tu maestro y quien te abrió la puerta… -No sé qué demonios vio en mí. Quizás a una chamaca bastante “rarita” o “chistosa”, no lo sé.
-¿La chica que llegó para quedarse? -Pues así es la vida. Ya no salí de ahí. Duré bastante tiempo en 24 HORAS.
-¿Cómo te ligas con Ricardo Rocha? -Me gustaba mucho verlo en su programa Para Gente Grande y no tenía el gusto de conocerlo personalmente. No sé quién me recomendó con él, porque yo jamás le mandé mi currículum.
-¿Tenías el deseo de colaborar con él? -¡Por supuesto!!, en lo mínimo que fuera. Un día, me llamó para invitarme que colaborará dentro de un nuevo proyecto que tenía en mente y que se llamaba “Proyección 2000”, por cierto, dentro de ese nuevo programa de Ricardo Rocha, también estaban Marintia Escobedo, Julieta Lujambio y yo. Éramos las tres a cuadro.
-Ricardo Rocha era un señorón…
-¡Indiscutiblemente!!, me invita formar parte de su muy gustado programa dominical “Para gente Grande”, y luego, en la segunda parte de su también exitoso programa de los viernes en la noche y madrugada “En Vivo”.
-¿Eslabones que se iban engarzando?
-¡Lo dijiste muy bien!! A partir de ahí, Ricardo ya no me soltó y me fui con él, a formar parte de “Para Gente Grande”, “En Vivo”, el noticiero “ECO”, “Al Aire”, hicimos todos esos grandiosos programas, ya formaba parte de un equipo de trabajo sensacional. No era Adela Micha, estaba cobijada por un extraordinario periodista y gran ser humano que se llamó Ricardo Rocha…
-…Disculpa que te interrumpa, algo que me gusta de la mujer que tengo enfrente, es su sencillez y humildad, jamás, he escuchado ni un solo instante que utilice el “yo-yo y yo”, al contrario, siempre te expresas “hicimos un programa”, bueno, hasta ahora en “La Saga”, te refieres a esos términos “hicimos…” No obstante que hayas recibido una traición de una de tus colaboradoras…
-Muchas gracias querido Edmundo. Es que en verdad lo creo, no digo “hicimos”, como una falsa modestia de mi parte, ni estúpidas posturas que no te llevan a ninguna parte. Es que, quienes trabajamos en la televisión o en la radio, todo es gracias a un equipo de colaboradores, y no, es únicamente mérito de quien está frente a las cámaras o micrófonos, detrás, hay un equipo que se esfuerza y se la rifa dando lo mejor de sí.
-¿Una hormiga mueve montañas?
-¡Qué bonita frase!!, son muchas hormigas las que pueden lograr eso. Si Adela Micha ha tenido algún éxito en sus programas de radio o televisión, ha sido gracias a un valioso equipo de colaboradores. Lo dijiste muy bien, cada uno de ellos son eslabones de una gran cadena que hace posible un programa de televisión o de radio.
-¿Es verdad que tú, eras una de las “niñas consentidas” de don Emilio “El Tigre” Azcárraga?
-¡Que bueno que me preguntes eso!!... ¿La “niña consentida” del “Tigre” Azcárraga?... ¡No, para nada!!
-¿A lo Mero Macho?
-Pues… A lo Mero Macho, te digo que no, además, ni lo conocía personalmente. Déjame contarte como estuvieron las cosas en realidad. Un día, me mandó llamar don Emilio “El tigre” Azcárraga cuando, yo, estaba colaborando con Ricardo Rocha dentro de su segmento en el noticiero ECO, que dirigía Jacobo Zabludovsky, justo cuando Jacobo suspende a Ricardo Rocha…
-¡No inventes!!... ¿Qué había hecho Ricardo Rocha para que Zabludovsky lo suspendiera?
-Jamás lo supe, pero, Ricardo, me pidió que asistiera, con su representación, a la junta editorial que se realizaba todos los lunes en la oficina del “Tigre” Azcárraga.
-¿Era algo así como “el Pentágono” de Televisa?
-¡En efecto!!, sólo podían ingresar, única y exclusivamente, ejecutivos de “gafete blanco”…
-¿El “Club de Tobi” del “Tigre” Azcárraga”
-Eran puros vicepresidentes… ¡nadie más podía entrar ahí!!
-¿Para qué, quería Ricardo Rocha que fueras a la junta?
-Solamente me dijo… “Adela, por favor, quiero que vayas. Si no te dejan entrar, ahí te plantas y le dices que quieres hablar con él, que yo te pedí fueras a verlo… “Pero Ricardo, por favor, ni siquiera lo conozco personalmente, es más, ni gafete blanco tengo”
-¡Uff!!, por así decirlo, era un enorme reto para ti, traspasar esa barrera del poder de la televisora?
-¡Sin lugar a dudas! Total, voy y me meto hasta la cocina, por así decirlo, a la Sala de Juntas de Azcárraga. Estaba muy sentadita y que llega Jacobo Zabludovsky, se me queda viendo sumamente serio y me dice ¿Y tú, que haces aquí Micha?
-¡Gulp!!... ¿Qué le contestaste?
-Por dentro me dije… ¡Trágame tierra!!, pero me armé de valor y le digo: “No, pues nada. Nada más quería conocer en persona al señor Azcárraga”
-¿Y de verdad, no lo conocías?
-¡No!!, de verdad. En ese preciso momento, llega don Emilio y me levantó como impulsada por un resorte y le digo a Tere, que era su secretaria particular, “Tere, fíjate que Ricardo Rocha me pidió que viniera hablar con el señor Azcárraga, pero yo no lo conozco”
-¿Qué te dijo Tere?
-Que me sentara y estuviera tranquila, cuando lo viera entrar, de inmediato, me pusiera de pie…
-¿Te sentiste “chiquita” cuando viste entrar a ese “señorón”?
-¡Para qué te digo que no!! Era un hombre que imponía terriblemente su simple presencia…
-¿Qué tenía el “Tigre” Azcárraga, que su personalidad era arrolladora?
-Como mujer te lo digo, estaba guapo, era un “madurito sabroso” y tremenda personalidad.
-¿Titubeaste cuando pudiste hablar con él?
-Con voz firme le digo: “Don Emilio muy buenos días, soy Adela Micha, trabajo con Ricardo Rocha”, con una leve sonrisa, me responde: ¿Qué necesitas?... ¡Tengo un mensaje de Ricardo Rocha para usted!!, fue mi respuesta con absoluta firmeza y seguridad. Me da una leve palmada en el antebrazo y me dice: “Espérate que termine la junta y con mucho gusto te recibo”.
-¿Te comías las uñas del nerviosismo, mientras terminaba la junta de los “jefes”?
-Ja, ja, ja, por dentro, me encomendaba a toda la Corte Celestial. Termina la junta y el primero en salir fue Jacobo Zabludovsky y me dice: ¿Todavía sigues aquí, Miiicha?, así, alargando mi apellido.
-¿Te lo estabas saltando? Jacobo era jefe de todos los reporteros y conductores de noticieros….
-¡Eso mismo pensé!! Así, de brote pronto, le digo: “Es que me dijeron que me esperara, que no me fuera a ir, licenciado”. En eso, sale el “Tigre” y se mete a su oficina. De reojo, voltea a verme y le indica a Tere, su secretaria, que me permitiera el acceso. Tere, me guiñe un ojo y me dice susurrando al oído... ¡Adela, pasa, tú, tranquila…!!
-Continuará-
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