Carlos Alberto Manzo Rodríguez, alcalde independiente de Uruapan, Michoacán, fue asesinado durante el Festival de las Velas tras meses de advertir públicamente sobre la crisis de inseguridad y la falta de apoyo federal.
En entrevistas con Latinus, Carmen Aristegui y Adela Micha, el edil reveló amenazas directas, acusó vínculos entre autoridades y delincuencia, y advirtió que el Estado había perdido el control del país.
Sus palabras hoy resuenan como un testimonio premonitorio del costo de gobernar sin respaldo en una tierra sitiada por la violencia.

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¿Qué decía Carlos Manzo sobre la violencia en Uruapan y Michoacán?
En conversación con Latinus, Carlos Manzo lanzó una frase que hoy parece una sentencia: “A la presidenta este país ya se le fue de las manos". Con esas palabras, el edil reflejaba la desesperación de un municipio que vivía bajo el control del crimen organizado.
“El país se nos está yendo”, añadió, mientras pedía la intervención urgente de la Marina, el Ejército y la Guardia Nacional. Manzo Rodríguez sostenía que la violencia y la impunidad se habían normalizado en México desde hace más de dos décadas.
Describía con crudeza la vida diaria de los productores de aguacate y limón en Michoacán, obligados a pagar cuotas o a vivir bajo amenaza. Según él, el narcotráfico había destruido el futuro de miles de jóvenes a través de la drogadicción y la falta de oportunidades.
“El crimen se ha vuelto parte del paisaje”, lamentó. Consideraba que la llamada Cuarta Transformación había fallado en su promesa de pacificación y que muchos funcionarios públicos, incluso gobernadores, mantenían vínculos con grupos criminales. “Nosotros enfrentamos solos a la delincuencia. No hay estrategia, no hay Estado”, declaró con frustración.
¿Por qué aseguró que no tenía miedo a morir?
De igual forma en la entrevista con Latinus, Carlos Manzo confesó que las amenazas en su contra eran constantes. Aseguró haber sido intimidado y agredido por fuerzas estatales que, según él, actuaban por órdenes del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla.
Pese a ello, afirmaba no tener miedo ni a la cárcel ni a la muerte. “Mi único compromiso es con el pueblo”, sentenció. Negó haber pactado con Morena o con el crimen organizado y defendió su independencia política: “Sigo teniendo una relación institucional por el bien de Uruapan, aunque sé que eso me pone en la mira”.
En entrevista con Aristegui, el edil relató que las intimidaciones también alcanzaron a su familia. “Recibí llamadas donde mencionaban a mi hijo Plutarco; me dijeron que sabían dónde estaba”, contó con angustia. Aun así, se negó a abandonar su cargo o a ceder a presiones. “Si algo me pasa, quiero que se sepa por qué fue”, dijo ante los micrófonos de Aristegui.
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¿Qué denunció sobre el papel del gobierno federal y estatal?
Manzo fue uno de los pocos alcaldes que se atrevió a acusar públicamente la inacción del Estado. En su diálogo con Adela Micha, explicó que los municipios estaban librando una guerra sin recursos ni respaldo. “Nos dejaron solos. No hay patrullas, no hay armas, no hay presencia federal. Mientras tanto, los cárteles están mejor equipados que la policía”, señaló.
El alcalde narró que en los alrededores de Uruapan se habían detectado campamentos de entrenamiento del crimen organizado y enfrentamientos con drones y armas de alto poder. “Esto ya no es delincuencia común, es guerra”, advirtió. A pesar de ello, seguía recorriendo las calles y encabezando operativos. “El miedo no se vence, se enfrenta. No me escondo, porque esconderme sería traicionar a la gente”, dijo.
¿Qué pidió antes de ser asesinado?
Semanas antes de su muerte, Manzo pidió ayuda directa a la presidenta Claudia Sheinbaum y al secretario de Seguridad, Omar García Harfuch. Solicitó refuerzos, armamento y patrullas para contener la violencia en Uruapan.
“Queremos paz, pero sin apoyo es imposible”, escribió en una de sus últimas declaraciones públicas.
El 1 de noviembre de 2025, mientras recorría el Festival de las Velas, fue asesinado a balazos. Sus advertencias, ignoradas durante meses, se cumplieron con precisión trágica. La noticia conmocionó a Michoacán y a todo el país, no solo por la brutalidad del crimen, sino por la certeza de que el alcalde sabía lo que iba a pasarle.
Sus entrevistas quedan como un retrato del abandono que padecen los municipios del país, donde la autoridad local enfrenta a los cárteles sin el respaldo de las instituciones. Carlos Manzo habló con valor, y fue silenciado por el mismo sistema que prometió protegerlo.
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