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En México, el pan es mucho más que un alimento. Es parte de la historia cotidiana, del aroma de los barrios y de los recuerdos familiares. Cada concha, bolillo, cocol o pan de muerto cuenta una historia que se amasa con paciencia y se hornea con orgullo.
En el marco del Día Mundial del Pan, la voz de los panaderos cobra fuerza. Oficio que mezcla arte, ciencia y herencia, y que hoy se transforma con la innovación y la visión sostenible que mantienen viva la esencia artesanal de hacer pan. Y qué mejor que conmemorar este día en la voz de dos panaderos de la CDMX.

Federico Rosales, panadero de La Tahona de Montevideo, cuenta que en su oficio “siempre hay que estar al pie del cañón; los detallitos son los que nos hacen grandes.” Como él, miles de panaderos mexicanos conservan viva una tradición diaria basada en la constancia y el cuidado.
El pan, sencillo en sus ingredientes —harina, agua, levadura y sal—, encierra una complejidad cultural que atraviesa generaciones. En cada panadería se repite una historia de esfuerzo, comunidad y orgullo.
Ángel Castañón, empresario y panadero de tercera generación al frente de Panadería El Pantano, combina la raíz del oficio con una visión moderna: “El pan es alimentación, y no se puede separar una cosa de la otra. Olvidar el pan sería darle la espalda a nuestros orígenes.”
Para Ángel, el pan no solo alimenta el cuerpo, sino que conecta con la memoria colectiva. “El cocol, por ejemplo, representa ese sincretismo de culturas, de evolución y tradición. Habla de cómo somos los mexicanos: adoptamos las tradiciones y las hacemos más nuestras.” Ese vínculo entre pasado y presente también impulsa la innovación. “La innovación no es olvidar el pasado, es entender cómo se hacía el pan hace 500 años y mejorarlo. El pan no tiene que dejar de ser pan, solo debe ser un mejor pan.”
El pan es también comunidad. Desde productores locales hasta consumidores, cada rebanada refleja un esfuerzo compartido por mantener viva una costumbre que une a millones de familias. Porque, como dice Ángel, “somos el país con mayor variedad de panes dulces y salados del mundo… y hay que comer pan con orgullo.”

En un país donde el pan se comparte más que se vende, la celebración del Día Mundial del Pan es una oportunidad para reconocer a quienes lo hacen posible: los panaderos que se levantan antes del amanecer, los que innovan sin perder el sabor de lo esencial y las empresas que mantienen viva la promesa de un alimento honesto y cercano.
En cada pan hay un pedazo de historia mexicana. Y también una mirada al futuro: la de quienes creen que el pan seguirá siendo, por generaciones, la forma más simple y poderosa de alimentar y unir al mundo.
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