La FAFO, cuyo nombre proviene del acrónimo Flexible and Friendly for the Overweight (flexible y amigable para las personas con sobrepeso), ha ganado adeptos de manera sostenida y se ha consolidado como una opción efectiva para aquellos que buscan perder peso. Originaria de Europa y basada en principios de la dieta mediterránea, la FAFO se destaca por su flexibilidad y adaptabilidad, lo que la convierte en una elección popular entre pacientes y especialistas en la lucha contra la obesidad.

El Dr. Rafael Gómez y Blasco, miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO), aclara que la dieta FAFO implica un cambio flexible y adaptado en el estilo de vida, fundamentado en similares a los de la dieta mediterránea. Su enfoque considera diversos aspectos que no suelen ser totalmente contemplados al planificar una dieta, como la profesión, la actividad física, el lugar de procedencia, las costumbres del paciente y sus posibilidades económicas.

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Lo distintivo de la FAFO radica en su capacidad para personalizar el cambio de hábito, facilitando la pérdida de peso a un ritmo de medio a un kilo por semana. Además, esta dieta puede ser seguida fácilmente por toda la familia, ajustando las cantidades según las necesidades individuales, lo que simplifica su implementación y seguimiento.

La base de la FAFO es la dieta mediterránea, que promueve una alimentación equilibrada, rica en verduras, legumbres, frutas, pescado, carnes blancas, pastas, arroz, frutos secos y un consumo moderado de vino. Este enfoque también destaca la preferencia por el aceite de oliva frente a otros tipos de grasas.

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La diferencia clave entre la FAFO y la dieta mediterránea radica en la consideración de aspectos más específicos, como la profesión, actividad física, origen, costumbres y posibilidades económicas del paciente. Este enfoque personalizado contribuye a una mayor adherencia y resultados exitosos.

Los beneficios de la dieta FAFO se potencian cuando se combina con ejercicio físico regular. Actividades como caminar, correr, nadar o andar en bicicleta son recomendadas para mejorar la pérdida de peso y brindar protección contra enfermedades crónicas como la diabetes o el Alzheimer. La práctica habitual de ejercicio contribuye al control de la presión arterial, la hipercolesterolemia y el mantenimiento de una salud cognitiva óptima, sumada al buen consumo de alimentos.


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