Pues bien: misión cumplida: mi amor me alimenta, arreglé un fusible, arranqué hierbajos y mi nieto se ha sentado en mi rodilla. ¿Who could ask for more?

Y era inevitable convocar a don Francisco de Quevedo que, estoicamente, lamenta en su Virtud militante que “hoy cuento yo cincuenta y dos años, y en ellos cuento otros tantos entierros míos...”