¿A qué viene esto en un comentario político? Viene al caso porque desde hace un año y medio hemos escuchado una música política —muy desafinada— que merecería el mismo título: los adioses. En este “desconcertante concierto”, cada adiós ha tenido sus motivos. Sin embargo, todos se unen por un hilo que cruza la partitura y agita los atriles. Las razones de los dimitentes explicaron las disonancias que quedan en nuestros oídos y los extravíos que abruman a esta sociedad atribulada.

Las distracciones que se prodigaron en estos días no resolvieron los males que nos aquejan. El “número” de Washington —una entrevista patética, cuyo examen quedará para la historia— sólo nos distrajo por unas horas de los rigores de la pandemia, la inseguridad y la economía. Aquel “número” comenzó en la víspera del encuentro, con la celebración del muro por el presidente de los Estados Unidos, y culminó un día más tarde con otro festejo del mismo tema. En éste supimos que el muro salva a nuestro

De verdad, las cosas ya no son como antes. No quiero decir un antes remoto. Vamos, ni siquiera uno cercano: unos meses o unos años. Antes, por ejemplo, de que el presidente anfitrión tomara su iniciativa contra los dreamers, o adoptara los acuerdos ejecutivos que dispersan familias de migrantes —niños inclusive, cuyo destino se halla sujeto a “investigación”—, o amenazara con medidas fiscales si el de aquí no frenaba el flujo migratorio, o calificara como criminales a los migrantes de origen me