Sería tristísimo y decepcionante que durante su mandato se consolidara un movimiento autoritario con rasgos fascistas. Una presidencia dictatorial en estos tiempos representaría una tragedia nacional.
La Presidenta, con una “A” giganta que ha roto el techo político de cristal, tiene por delante una misión inconmensurable: que las mujeres lideren México, y no de forma retórica.
¿Por qué no podemos superar el pasado y pedir ayuda a nuestros antiguos enemigos de quienes hoy somos socios cercanísimos?
La oposición tiene que asimilar: hoy, la mayoría no quiere a sus figuras. Busquen las razones y vean qué pueden hacer para representar alternativas de gobierno.
Para cualquier democracia es una tragedia política que no exista una oposición vibrante. Un contrapeso político. Un equilibrio de poderes. En cualquier época es decadente que no haya una alternativa viable para las mayorías.
Ojalá que sea una política cortés, una científica gobernante, quizá una estadista si nos va bien, y que no sucumba jamás a las tentaciones despóticas.
No podemos permitir que nos derroten los políticos criminales ni los capos metidos a políticos. Por eso tenemos que salir a votar masivamente.
¿Cambió mi intención de voto a lo largo de la contienda presidencial? En el fondo, no, pero sí hubo varios momentos en que dudé y eso es democráticamente muy sano para una sociedad tan polarizada.
Varios comentócratas tuvieron la brillante idea de empezar a decirle “López” a Andrés Manuel López Obrador. Como si “López”, en el país de los López, fuera un epíteto o un estigma.
Por unas horas, tres mujeres principalísimas enaltecieron a la política mexicana ante las infamias de los mariscales de las guerras sucias.