


Presidenta, no es una moda escribir de censura en estos días, sino una imperiosa necesidad por los arrebatos inquisidores que están teniendo impresentables personajes de su movimiento.

Seis meses después, veo que va entendiendo que las desapariciones sí son un problema de Estado y que los funcionarios vinculados se deben abocar a ello con los recursos que se requieran.

¿Por qué dejamos de hablar de los secuestros para dedicarnos a contabilizar rutinariamente las barbaridades del narco? ¿Por qué dejamos de hablar de los secuestros si son un problema irresuelto?

Morena debió tener un cadenero que impidiera la entrada de tanto personaje renegado y espantoso. Por no hacerlo, pagan las consecuencias de las incongruencias del sexenio pasado.

Es posible que en marzo Trump dé un manotazo en la mesa y regresemos a los días de zozobra, a menos que México le dé algo qué vender a su audiencia.

Perdón, apreciables jurisconsultos, los cárteles de este país sí son terroristas, porque perpetran actos establecidos como terrorismo en el Código Penal Federal.

Preguntaron, mirándome a los ojos, que si esta columna se trataba de parodiar el caso de la ministra Yasmín Esquivel Mossa, acusada de plagio por su tesis profesional en la UNAM.

¿Por qué tanto apoyo? Es el enamoramiento político, la luna de miel postelectoral que no termina: la mayoría ve a la Presidenta como una líder casi perfecta.

La decrepitud que provocan algunos males amerita que los enfermos puedan concluir dignamente su vida en el momento que lo decidan, no cuando los familiares o los médicos quieran.