He tratado de que César Dávila Andrade sea leído en México. Poco he conseguido. Iré a buscar sus huellas a Cuenca, la ciudad ecuatoriana que lo vio nacer

La tierra parece a punto de abrirse y los edificios cercanos se tambaleaban ominosamente. Uno, en especial, me produjo una impresión fortísima: el de la esquina de Colima y Córdoba...