La paradoja es compleja: el conocimiento médico ha logrado envejecer a la población, pero ha impedido la muerte de personas mentalmente incompetentes.

Acompañar y precipitar la muerte voluntaria es un acto humano, amoroso. Despedirse de la vida cuando uno sigue siendo persona es idóneo; no aguardar a convertirse en restos humanos es la meta.

¿Tienen derecho los dueños del mundo y de las vidas de millones de seres humanos de modificar a su antojo, necesidad y gusto la política de periódicos señeros?

Hablar en la actualidad de sentimiento moral como característica de la especie humana es equivocado; hacerlo a nivel individual es correcto: hay, por fortuna, suficientes seres humanos “buenos”, investidos por conductas éticas