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La Plaza Roja ya no es de los rusos, es de todas las naciones que se han hecho presentes en la Copa del Mundo.
Más allá de que la FIFA ha cerrado los accesos por su Congreso, a cada paso que se da las nacionalidades cambian, se escuchan todo tipo de idiomas... Una auténtica torre de Babel.
Ahí están los argentinos, siempre tan "sencillitos" quejándose de los precios y las entradas. Ahí están los peruanos que no se cansan en vitorear a Paolo Guerrero, en quién depositan toda su fe.
Los colombianos llevan la fiesta encima. Los egipcios no se la creen , y traen camisetas de Salah como bandera. Los alemanes van solos, serios, igual que los pocos brasileños que pasean por estos lares.
La Plaza Roja es multicolor. Los rusos, indiferentes por naturaleza, ahora se unen a la celebración, aunque su símbolo más grande ya no sea suyo.
Los Camacho
, papá Camacho, mamá Chamaco, Camacho Junior y la niña Camachita, se pusieron una meta hace diez meses: ir a la Copa del Mundo .
Mamá Camacho, siempre previsora ella, agarró un garrafón de agua, de esas que venden a catorce pesos, selló la tapa y le abrió un huequito para que entraran monedas y billetes. Ahí, toda la familia echaba lo que sobraba de cambio y lo que no se gastaba al final.
Y diez meses después, "aquí estamos, apoyando. México . Yo decidí venir, todos ahorramos. Cuando le dije el presupuesto a mi señora me dio miedo que me pegará, pero aceptó, y aquí estamos".
Y se quedarán hasta que el cuerpo aguante o ese garrafón lleno de billetes se vacíe (se negaron a confesar si lo trajeron hasta Moscú).