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#LaVozDeLosExpertos
Cuando se trata de entrenar a las computadoras para mejorar el mundo, no se habla de la percepción de cada ingeniero o persona sobre su mundo. Cuando pensamos en la manera en que la inteligencia artificial va a tomar decisiones basadas en análisis de datos, hay que recordar que lo hará conforme al ecosistema en el que aprendió.
Si se le programó sin distinguir datos demográficos, económicos y de acceso, el resultado puede ser muy poco equitativo, por decir lo menos.
En una discusión sobre género escuchaba mucho el tema de inclusión y concuerdo totalmente con la profesora Sparck Jones, del laboratorio de cómputo de Cambridge, respecto a la cita sobre que la computación es demasiado importante para que se la dejen a los hombres... Hay cosas del día a día que vivimos de manera fisiológicamente diferente.
También hay temas de inclusión psicológica y psicomotriz que ciertos grupos viven cotidianamente. Todos los factores de la vida más o menos regular son los que se tienen que sumar para programar a la máquina a la que le dejaremos el manejo de los datos para una convivencia sana en el futuro.
Imaginemos el cambio de manera más física: si tenemos que caminar por la calle y nos topamos con un auto en el paso peatonal, reaccionamos con enojo, y le damos la vuelta. Pero si una persona viene en una silla de ruedas y se topa con un auto frente a la rampa, no solo reacciona con enojo, también le agrega frustración porque le disminuyen su libertad de tránsito.
Si no consideramos la diversidad y peso de cada parte de la población, no vamos a tener esa gran fuerza que puede agregar la Inteligencia Artificial a nuestra sociedad.
En el caso de las mujeres esto no solo tiene que ver con su día a día, también tiene que ver con rincones en los que todavía no participan con mayor voz o voto debido a temas conscientes o inconscientes de grupos de trabajo, colaboración o distribución de información.
Ser claros con la manera en la que las voces llegan a la programación no tiene que ver con #ruidoblanco de inclusión de género, sino de una visión holística de lo que realmente representa nuestra sociedad.
Las leyes que nos hagan más participativos, que nos obliguen a escuchar y no únicamente nos recomienden hacerlo, ayudan a “un todo” en nuestro sentir cotidiano pero, también, serán de notable impacto en el futuro, en ecosistemas automatizados.
Si hacemos las cosas bien hoy e incluimos en nuestro pensamiento una homogeneidad de inclusión y de tomar en cuenta voces que no están actualmente presentes, puede ser que programemos una inteligencia artificial que, cuando se haga esta misma pregunta, tal vez nos tome en cuenta a nosotros, los humanos (sin distinción de género).